Con estupor vi en las noticias semanas atrás los incendios forestales en la amazonía, el principal pulmón del planeta, y cómo se iba destruyendo a un ritmo alarmante. Me dio mucha rabia ver cómo los intereses de unos pocos (y su dinero) priman por sobre algo tan básico como el aire que respiramos. Independiente del o los motivos por los cuales comenzó este desastre (dicen que era para dejar terrenos aptos para la ganadería, pero qué más da), lo cierto es que estamos llegando a un punto crítico de la historia de la humanidad, a tal punto de que, si seguimos al ritmo que vamos, en unos 30 años la tierra será un desastre, y todo por culpa de quienes deberíamos cuidarla.