sábado, 9 de septiembre de 2017

256. ¡Cállense que quiero dormir!

Estamos ya en septiembre. Este mes es el inicio de la primavera acá en el hemisferio sur. Y continuamos con esta temporada que ha estado muy movida en cuanto a artículos se refiere. En esta ocasión quiero contarles algo que, personalmente, me es muy desagradable, porque raya en la falta de respeto hacia los demás. Déjenme contarles.

¿Les ha pasado alguna vez que intentan concentrarse en casa, o quizá quieren dormir, pero no pueden por el boche que mete el vecino? Varias veces me ha pasado, y me es muy molesto. Claro está, el vecino puede que ni se entere que mete mucho boche, pero lo hace. Cuando vivía con mis padres, cerca de casa habían unos vecinos bien bochincheros, y que les gustaba hacer fiestas en su casa de vez en cuando. El ruido de la música se escuchaba a varios metros de distancia, aunque no me afectaba mucho puesto que no era mi vecino de al lado, sino de la cuadra siguiente.

Así se ve desde un mirador cercano a mi casa

Pero todo cambió una vez que me marché de casa. Me mudé a una población de clase media ubicada entre Penco y Lirquén. Y para desdicha de mi, los vecinos de arriba (vivo en una calle de subida) son fiesteros. ¿Dónde está el límite entre tu derecho de disfrutar de una fiesta con tus cercanos, y el derecho del vecino a dormir en paz? Es una línea muy delgada y que es muy fácil de sobrepasar.

Pongamos dos ejemplos sencillos. Donde vivo, al lado, hay un perro. Y es demasiado ladrador. Claro, se agradece porque ladra especialmente cuando anda gente extraña en la población. Pero este perro ladra todo el bendito día. Lo que es TODO EL SANTO DÍA. Y a mi (insisto, una opinión y sentimiento estrictamente personal) me desespera, en especial cuando salgo del turno de noche y lo único que quiero es dormir y sus ladridos no me dejan.

Lo sé: es un perro. No puedo controlarlo, porque no razona. Simplemente ladra basándose en su instinto. Pero el otro ejemplo ya no se trata de perros, sino de humanos que deberían tener dos dedos de frente para pensar en su prójimo a la hora de hacer fiestas. Pues estos vecinos no hacen fiestas siempre: debo reconocer que es gente tranquila. Ni siquiera para los partidos de Chile son tan bochincheros. Pero hay algunas veces en que, cuando le dan con tuti, sencillamente no puedo concentrarme porque ponen la música a todo volumen.

Yo, claro, lo aguanto. Pero hay casos en que los vecinos son personas abuelitas o con ciertas condiciones especiales. Años atrás, cuando vivía con mis padres, frente a la casa se instaló una tocata de una religión equis. Instalaron sus instrumentos en la plaza que hay allí y a eso de las 5 de la tarde comenzaron a tocar su música, claramente cristiana. Yo iba saliendo. Volví a eso de las 9 de la noche... ¡Y aun estaban allí tocando!

Pensaba que no iban a durar mucho más tiempo, pero cuando noté que eran más de las 12 de la noche seguían con el boche, ya entré a molestarme un poco. No tanto por mí, sino por la vecina de al frente, cuya casa estaba directamente al lado de la tocata, y que sabía que estaba enferma y necesitaba reposo. ¿Cuándo mis derechos me dan autorización a pasar a llevar el derecho de otros a descansar? Es imprudente meter boche cuando ya todo el mundo sólo quiere dormir.

¡Cuidado! Hay que predicar con el ejemplo. Y por eso el tema de la consideración al prójimo es un tema delicado, puesto que hay que equilibrar mi derecho a hacer lo que quiera, con el derecho del otro a hacer lo que él quiera.

¿Y por qué no llamar a la policía? ¡Vamos, amigo! Eso no soluciona el problema. Primero, es muy probable que la policía no tome en cuenta tu reclamo puesto que hay cosas más importantes en las cuales deben poner sus esfuerzos, como atrapar delincuentes. Si toman en cuenta tu llamada, irán donde el vecino que mete boche y le pedirán que le baje el volumen. Pueden pasar muchas cosas, desde que efectivamente no meta más bulla, hasta que descubra que fuiste tú quien llamó y terminen haciéndote algo. ¿Descabellado? Para nada, al fin y al cabo, si un tipo que limpia vidrios en la calle mató a un hombre porque rechazó que le limpiaran el parabrisas de su auto, perfectamente pueden hasta matarte si reclamas por ruidos molestos.

Vivimos en un mundo peligroso y con una maldad sin precedentes, sin amor por el prójimo.
Imagen tomada de soyantofagasta.cl

No es ser exagerado: ese es el mundo en el que vivo. Y debo aprender a convivir con él. Por ello, apelo al buen corazón y al ser considerado con los demás. Hay que pensar en que quizá al vecino no le gusta esa música, o el volumen muy alto. La idea es que vivamos en armonía con quienes nos rodean, y no enclaustrados en nuestros hogares. Yo, personalmente, prefiero aguantarme y mantener una buena relación con mis vecinos, y predico con el ejemplo. Si hago una comilona en casa, el volumen es moderado, para no molestar. Algunas veces, las acciones hablan más que las palabras, que se las lleva el viento.

De todos depende vivir en armonía (Tomado de El Libertador)

sábado, 26 de agosto de 2017

255. La betarraga



Hoy les quiero contar una historia un tanto chistosa, e incluso hasta tierna. Y lo curioso es que pasó sólo hace unos meses atrás, estando aun soltero, y viviendo en casa de mis padres.

Aquí va la descripción personalizada de la entrada que queremos mostrar y que sólo se verá en la portada del blog. Puedes repetir un fragmento de la entrada o agregar una descripción completamente nueva; ésta sólo será visible cuando la entrada esté resumida, una vez que el lector ingrese a la entrada esta descripción no se visualizará.
Mi madre cocina muy rico. Y aquella tarde en casa no fue la excepción. Comimos un rico pollo asado con puré y ensaladas. Mientras almorzábamos veíamos las noticias y comentábamos lo que veíamos. Luego de un rato, después del reposo, me levanté y me lavé los dientes.

Ese día tenía libre del trabajo, por lo que hice mis quehaceres habituales. En eso, el llamado de la naturaleza llegó, y urgentemente fui al baño a hacer "del uno"*. Estaba en el baño, desahogándome, cuando, de pronto, noté algo extraño. Mi orina salía de un color rojizo muy cargado... algo como entre rojo y morado. Nunca me había pasado, así que quedé preocupado. Aun así, no les dije nada a mis padres, para no preocuparlos.

En la noche mi mamá me había dejado un trocito de pollo y ensalada para comer antes de ir a la cama. Dormí y, a la mañana siguiente, al levantarme, fui al baño. Y nuevamente mi orina salía de color rojo. La cosa no me estaba gustando... se estaba poniendo color de hormiga... o mejor dicho: de color rojo fome la talla, pero bueno, es lo que hay

Me fui al trabajo. A eso de las 11 de la mañana, me dieron ganas de ir al baño. Y nuevamente lo mismo. De color rojo. Estaba muy urgido y preocupado. No sabía por qué ocurría eso. "Pero es extraño - pensaba -, porque no me duele cuando orino". Mil cosas se me pasaron por la cabeza... ¡Hasta una infección o una enfermedad que llevaba por dentro! La cosa es que, al llegar a casa, no pude aguantar más y abordé a mi madre:

- Mamá, estoy preocupado.
- ¿Qué te pasó?
- Lo que pasa es que desde ayer que orino de color medio rojo. Y no ha parado hasta hoy. No me duele nada, pero no entiendo por qué sale de ese color.

Cuando le conté eso, mi mamá sólo comenzó a reírse. Y yo no entendía absolutamente nada.

- No entiendo por qué te ríes.
- Pero hijo... ayer comiste betarraga.

Pues bueno... sólo atiné a reírme. Cuando uno come betarraga, luego de que el cuerpo absorve lo que necesita, el resto lo desecha. Y eso le da el color rojo a la orina. Con el correr del día, finalmente dejó de salir de color rojo#.

Fin de la historia. ¿Te ha pasado algo chistoso relacionado con la comida o las verduras? Hablemos en los comentarios. ¡Saludos!
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*: "Del uno": expresión coloquial referente a orinar.
#: En este artículo podrás ver más detalles acerca del color de la orina y cómo la betarraga, y también el tomate, puede producir orina de color más rojizo.

miércoles, 9 de agosto de 2017

254. Vacacionando con Panchito

Santiago, Vacaciones 2000

Actualización 11.05.2020: La sección "Vacacionando con Panchito" ha sido reestructurada. Relataré todas mis vacaciones, divididas por año.

¡Hola amigos! Nuevamente estoy aquí con ustedes entregando un nuevo artículo. Y en esta ocasión haré una variante de mi ya clásica sección "Viajando con Panchito". Ya han pasado sus buenos años (ocho específicamente) desde que, en el año 2009, inicié esta sección, donde podrás conocer varios lugares que he visitado (puedes ver los artículos que están publicados bajo esta sección haciendo clic aquí).

Sin embargo, el artículo de hoy es un viaje al pasado. Junto con mi familia, todos los años procurábamos salir a conocer nuevos lugares a lo largo de Chile. Las vacaciones más antiguas que tengo registro y que recuerdo son las del año 1994, donde fuimos al río Lía, cerca de Santa Juana, al sur de Concepción. Viajamos a varios lugares entre los años 1994 y 2015.

Sin embargo, esta sub-sección "Vacacionando con Panchito" comienza el año 1995, básicamente por dos razones fundamentales:

Mi diario de vida
  • Desde ese año tengo registros fotográficos (la mayoría escaneos de fotos impresas hasta el 2003) y de vídeos de cada una de las vacaciones, hasta el 2017.
  • En el 2003 inicié mi diario de vida, que finalicé en agosto de 2014. Más de mi diario en este artículo. Gracias a ese diario, puedo obtener detalles que mi memoria claramente no recordaría.
Sin embargo, antes de comenzar a relatarles con detalles todas mis vacaciones, primero quiero contarles cómo surgió la idea de crear esta sub-sección.

Entre las 31.686 fotos que tengo, están estas carpetas con mis vacaciones entre el año 1994 y el 2017.

Visitando a mis padres en Hualpén

Recorriendo la casa y viendo entre muchos cachivaches, encontré dos cajas cerradas, de estas de zapatos. Al abrirlas, hallé algo que hace mucho tiempo no veía: mi diario de vida.

Al hojearlo, comencé a recordar lo que viví durante los 12 años en que me mantuve activo escribiendo. Y si bien es cierto ya no tengo muchas ganas de retomar mi diario, me puse muy feliz a verlo por fin en mis manos. En ese instante, vi lo que escribí sobre las vacaciones, y fue el momento exacto en que decidí crear esta sub-sección de "Los viajes de Panchito".

¿Viajando o Vacacionando con Panchito?

Frutillar, Vacaciones 2015

Quiero dejar en claro que "Vacacionando con Panchito" no será un reemplazo de mi clásica y mítica sección "Los viajes de Panchito", sino más bien un complemento. Mientras "Vacacionando" será para relatarles mis vacaciones en su totalidad, incluyendo chascarros y cosas tontas que me pasaron durante esos viajes, "Los viajes" será más bien relatos de paseos a ciudades, donde les contaré las cosas lindas de cada lugar.

Espero que les agrade y esperen con ansias el siguiente artículo relacionado con esto. Mis vacaciones del año 1995 fueron al Río Lía, así que tengo mucho que contarles al respecto. ¡Nos vemos! ¡Y gracias por leerme!

miércoles, 2 de agosto de 2017

253. ¡Borracho, borrachito!

Foto tomada de Emol.cl

¡Wow! Ya estamos en el mes de agosto. Nos estamos acercando lentamente al final de la temporada 12 de mi blog. Y este año he tenido un repunte en la cantidad y calidad de los artículos. Para serles sincero, pensaba que al casarme no tendría mucho tiempo para dedicarme a mi querido blog. Pero lo cierto es que mi esposa ha sido muy comprensiva, y he podido compatibilizar todas mis actividades, tanto seglares, como espirituales y de ocio, y eso me tiene muy feliz.

A lo largo de los ya más de 11 años de vida de mi blog, he hablado muchas veces de los choferes imprudentes. Y tampoco he dejado de lado a los peatones que hacen lo que quieren cuando se trasladan. Ejemplos de esto puedes hallarlos en los artículos 087. Cruce donde quiera... bajo su responsabilidad, 189. Despáilate poh Panchito y 199. Fíjate por donde andas, pajarón. ¡Hasta yo algunas veces cometo imprudencias, como les conté en el artículo 242. Panchito Schumacher.

Pues bien, lo que les quiero contar es una pequeña historia que me sucedió meses atrás en mi trabajo. Creo que no les he comentado, pero trabajo en una tienda de comestibles, de estos 24/7, que están abiertos toda la noche. Próximamente les contaré lo "maravilloso" que es trabajar de noche. Pues bien, en una de esas noches de trabajo, llegaron tres jóvenes en un auto a comprar comida para servirse en el local. Pero estaban totalmente borrachos. No estaban con unas copitas de más. Estaban hechos pebre de tanta borrachera. A duras penas entraron al local y pidieron su comida.

Pensaba: "¿Cómo es posible que estas personas manejen así?". Pensaba llamar a la policía, pero no fue necesario, puesto que al rato llegaron y los esperaron afuera. Al parecer los venían persiguiendo, pero sin que se dieran cuenta.

Una media hora después, aquellos jóvenes salieron del local, con la intención de subirse al auto, pero la policía se los impidió y se fueron detenidos, luego de hacerles el examen de alcohol de rigor.

Me pregunto: ¿Vale la pena arriesgar MI vida y la de los demás por intentar manejar tomado? ¿Cuántas campañas y vídeos publicitarios se necesitarán para que la gente porfiada deje de manejar si ha bebido alcohol? Así como vamos, viendo la porfía del hombre (y la mujer), este será tristemente un cuento de nunca acabar.

¿Y tú? ¿Qué opinas? ¿Conoces alguna historia similar? Conversemos en los comentarios. Y como siempre, gracias por vuestra linda visita.


miércoles, 19 de julio de 2017

252. El día en que mandé todo a la porra

De cartero: mi primer empleo

El pasado 4 de mayo de 2017 se cumplieron 8 años desde que me inicié en el mundo laboral. Un 4 de mayo de 2009 entré a trabajar como cartero en Correos Chile. Y desde entonces he estado en muchos trabajos, la mayoría de estos como cajero. Sin embargo, quiero contarles una historia que me sucedió hace ya más de un año, y quiero contárselas para que tengan cuidado a la hora de buscar trabajo. No es llegar y aceptar cualquiera. Por favor, el artículo es largo, pero vale la pena la lectura y reflexión.

Buscando un trabajo mejor

A principios del año 2016 estaba trabajando como cajero a medio tiempo en Penco. Sin embargo, como trabajaba sólo 3 días a la semana, el dinero apenas me alcanzaba para pagar mis deudas. Estaba de novio en ese entonces y no podía juntar el dinero que nos faltaba para casarnos. Así que, luego de conversarlo con mi novia, decidí buscar un trabajo a tiempo completo que me permitiera juntar la plata que necesitábamos.

Comencé a buscar y, luego de un par de semanas, encontré un trabajo como cajero en un casino de comida de una Universidad acá en Concepción. Feliz, renuncié al supermercado y un 3 de marzo de 2016, entré a trabajar para la empresa encargada del casino - una empresa que no diré su nombre para evitar problemas de cualquier índole, aunque por la foto de la Universidad algunos pueden cachar de quién hablo - , que se dedica a concesionar casinos de comida en colegios, universidades y otros lugares. Recuerdo perfectamente que todos éramos nuevos, excepto una, a quien el jefe del lugar dejó como jefa de cajas (aunque experiencia en eso poco tenía, por no decir nada). Éramos 4 personas, así que me dejaron con una joven cuyo nombre ya no recuerdo, en un turno, y las otras dos (incluyendo a la jefa de cajas) en el otro turno.

Feliz con mi trabajo... pero poco me iba a durar

Los primeros días todo bien. Aprendí a usar las cajas, pero ya intuía que la cosa no iba a ser fácil. Las cajas eran muy malas. Las pistolas no marcaban, así que debía buscar todos los productos por descripción usando un teclado, cosa que era muy demorona y latosa. Aquellos primeros días los jóvenes de la Universidad no entraban a clases aun, pero cuando lo hicieron, las filas se extendieron por metros y metros. Y más encima debía yo pasarles todos los productos, llámese bebidas, golosinas... ¡También tenía que preparar los cafés de la máquina! Ya a la semana comenzó a disgustarme la pega.

Recibiendo el genial contrato de trabajo

Cuando llegué a la entrevista a las oficinas de la empresa, ubicada en Talcahuano, me indicaron que el cargo era de cajero y de reponedor. No tuve problemas para aceptar el empleo. Pero grande fue mi sorpresa cuando, un par de semanas después, me llegaron con el contrato, donde se indicaban más de 20 labores que debía realizar. Sí, leyeron bien: 20 labores distintas, aparte de ser cajero. "¡Qué diablos!", fue mi primera expresión al ver mi contrato. ¿Y la paga? Unos $280.000, un poco más que el sueldo mínimo. 

A eso súmale las filas de los clientes (estudiantes y profesores), recibir vales de colación, reponer, hacer cafés, pedir sencillo, cuadrar cajas, cerrar y abrir el boliche, tener turnos de 8 a 6 de la tarde (turno de mañana) y de 12.15 a 22.30 horas en turno de tarde y cumplir con tooooodo lo del contrato que, para rematar, la última labor que indicaba que debía hacer era "cumplir con cualquier cosa que el empleador me pidiera". O sea, debía hacer todo, absolutamente todo lo que mis jefes quisieran. Si querían que hiciera un café en una de sus sucursales en Arica, debía hacerlo porque el contrato lo indicaba.

Todo eso comenzó a cansarme, pero... ¡Qué más da! Debía juntar plata si quería cumplir mi sueño de casarme.

El día en que mandé todo al soberano rábano

A mediados de marzo me mandaron a cubrir un puesto en un casino de comida en la Universidad de Las Américas de Concepción, administrada también en ese entonces por la empresa concesionaria. ¡Fue muy genial! La gente muy amable, jornadas laborales tranquilas y haciendo bien mi pega. Lamentablemente tuve que volver al lugar de origen, donde a principios de abril quedó la escoba.

No era el único que quería irse. Mi compañera de turno estaba chata. Yo intenté irme una vez, pero me pidieron que me quedara y así lo hice. Pero al día siguiente mi compañera de turno renunció, aburrida del trabajo, y no la culpo. Ese día, turno de tarde, me llegó un refuerzo de otro casino para poder terminar bien mi turno. Eso fue un día jueves. A todo esto, había llegado un cabro que nos ayudaría en entregar los pedidos, pero duró menos que estornudo de gato y renunció también.

¿Quién puede aguantar hacer tantas cosas por un poco más del mínimo? Tenía tintes de abuso la cuestión. Pero yo debía seguir adelante, puesto que mi matrimonio dependía de mi sueldo.

Al día siguiente, viernes, mi jefe me indicó que a las 6 de la tarde me quedaría solo a cargo del casino, y que una cocinera quedaría para hacer los pedidos de completo. Yo, preocupado, le dije que necesitaba apoyo porque en las noches, entre las 8.00 y las 10.00pm, el casino se llenaba y no daría a basto. "No te preocupes - me dijo -. Los viernes son fomes". Y yo, iluso, le creí.

De todas formas, a los minutos volvió con una mujer, y me dijo que ella me ayudaría a sacar los cafés de la máquina hasta que terminara el turno. Eso me dejó más tranquilo, puesto que debía preocuparme de mi caja y nada más.

Pues bien, a las 6 de la tarde se fue mi compañera cajera que estaba de la mañana, y quedé solo. No andaba mucha gente así que estaba tranquilo. La chica me ayudaba con los pedidos de café. Pero, tal como lo tenía en mente, a las 8 de la tarde la cosa se llenó... y se llenó como nunca lo había visto.

Sin mentirles, en la fila habrían unos 40 jóvenes. Y no importaba si los atendía rápido, la fila no decrecía. Atendía como podía, y la chica hacía los pedidos de café tan rápido como podía. Pasadas las 9 de la noche, la chica de los café me dice que tenía que ir al baño. Pero nunca volvió. Simplemente se fue. Y yo quedé solo. Literalmente solo, con 40 cabros en la fila, y unos pocos esperando sus café que la chica no entregó.

Desesperado porque todos comenzaron a presionarme a mi para hacer los pedidos de café, les dije que no podía hacerlos porque estaba en caja. Rápidamente fui donde la cocinera y ahí recién me enteré que la chica se había ido. Enojado, cansado y frustrado, vuelvo al boliche y... ¡Quedó la tendalada!

Los cabros sencillamente saltaron el mesón y comenzaron a sacar de todo y hacerse ellos mismos el café. No los culpo, no es culpa de ellos que la concesionaria sea tan rasca. Intenté deternerlos, pero no pude. En mi desesperación, sencillamente dejé de atender (eran como las 9.30pm aprox) y puse el letrero de caja cerrada. Los cabros comenzaron a alegar y yo les dije que no era justo que yo tuviera que hacer toda la pega solo, por lo que cerraba el casino y presentaría mi renuncia.

En eso, justo pasa un tipo, de terno negro, y se suscita el siguiente diálogo, de lo que recuerdo claro está:

- Tipo de terno: Hey, joven. ¿Por qué ha cerrado?
- Yo: Porque solo no puedo atender a tanta gente.
- Tipo de terno: A mi eso no me interesa. Soy el encargado de la Universidad de velar que el casino siga funcionando. La concesionaria nos indica que deben atender hasta las 10 de la noche, no hasta las 9.30.
- Yo: No me interesa tampoco lo que diga la concesionaria. No puedo atender solo a toda esta fila.
- Tipo de terno: Pues tiene que hacerlo porque para eso está ahí, así que abra.
- Yo: No, no voy a abrir, y le digo que acabo de renunciar, por lo que no puede obligarme a seguir atendiendo.
- Tipo de terno: Es que tenís que abrir porque no podí dejar a todos estos jóvenes sin atención.
- Yo: Entonces atiéndalos usted, a ver si puede atender caja y hacer café al mismo tiempo.
- Tipo de terno: Si no abres mañana hablaré con el encargado del casino para que tomen cartas en el asunto contigo.
- Yo: ¡Hágalo! ¡No intente meterme miedo! Le acabo de decir que renuncio, y esto va para la Inspección del trabajo, porque usted como representante de la Universidad está aceptando que yo, sólo yo, atienda a más de 40 personas sin ayuda de nadie, y eso no es justo ni correcto, y desde mi perspectiva, es un abuso laboral.
- Tipo de terno: Haga lo que quiera...

Y dicho eso, se fue. ¿Cómo puedo recordar tanto este diálogo? Sencillo: porque me marcó tanto la injusticia que estaban cometiendo conmigo, que sencillamente me senté y me eché a llorar. Sí, lloré de impotencia, porque nadie se ponía en un lugar. Y rabia porque estaba en una institución en teoría "cristiana" (ya pueden ir descartando algunas Universidades) en donde deberían entenderme, pero bueno... no podía pedir más.

La cosa es que, cuando me vieron llorar, los jóvenes disolvieron la fila y se fueron, salvo unos pocos, entre quienes habían unas chicas que me dijeron: "Ánimo amigo. Es injusto esto. Mañana hablaremos con la federación de estudiantes porque no es primera vez que pasa esto". Eso algo me alegró. No era el único que había sido tratado así.

Abrí mi caja y atendí unos cuantos pedidos más. A las 10 de la noche cerré, cuadré la caja, ordené el boliche, cerré todo y me fui triste a casa. Mis padres, al saber, me dijeron que fuera a denunciar a la empresa a la Inspección del Trabajo, y así lo hice. ¡Cinco páginas tenía la carta de renuncia! Pero no me pescaron ni en subida ni en bajada.

¡Tengan cuidado!

Chiquillos: el mundo está difícil. Encontrar un trabajo no es cosa fácil. Pero eso no significa que debes permitir que te quiten tu dignidad. Eso no debes permitirlo ni aceptarlo. Yo renuncié, y seguí buscando empleo. Y ahora disfruto de uno que, claro, no es el empleo ideal, pero me siento bien allí, me pagan bien, y disfruto mi trabajo. Y, por sobre todo, somos un equipo de trabajo, donde todos nos ayudamos. Lamentablemente esta concesionaria no conoce el trabajo en equipo, y creyeron que yo les iba a seguir el juego.

Lean bien sus contratos. Por muy desesperados estén de trabajar, NUNCA permitan que los pisoteen. Esta experiencia me sirvió para tener mucho ojo a las clases de empresas que existen. Algunas son muy buenas, pero otras son, con todas sus letras: CHANTAS.

Gracias por leerme. Pronto vienen nuevos artículos. ¡Saludos!

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