Me gusta mi trabajo |
Hoy les traigo dos vivencias nuevas de mis aventuras como cajero. Espero que les gusten. Empecemos.
La caluga de 50 pesos y el vuelto en puras monedas
Fiestas Patrias. Como en todos los países (me imagino) acá en Chile la gente se vuelve loca comprando cosas para celebrar las festividades patrióticas. Lo sorprendente es que gastan exorbitantes sumas de dinero para celebrar, y después apenas pueden pagar las deudas que significan comprar más de lo que sus bolsillos aguantan. Bueno, pero no vengo a hablar de eso. Solo se los menciono para que entiendan el contexto del siguiente caso.
Al ser fiestas patrias, hay mucho ajetreo. Gente comprando y largas filas para pagar. Allí estaba yo trabajando cuando, de pronto, aparece un caballero que compra con tarjeta de débito y me pide 10mil pesos de vuelto. Yo ningún drama, le paso la venta y le entrego su vuelto en un billete de 10mil pesos.
El caballero me pide que si puede darme los 10mil en sencillo (10 billetes de mil pesos). Yo, súper amable, le dije que no podía porque debía guardar sencillo para dar vuelto a la infinidad de clientes que venían. El cliente se molestó. Agarró una caluga de 50 pesos y pagó con los 10mil, creyendo que así le daría sencillo.
"Lo siento - le dije -, pero le dije que no tengo tanto sencillo en billetes". Me respondió: "Estoy comprando, así que debes darme vuelto". Le encontré razón, así que le di los 9.950 pesos de su vuelto en monedas. El caballero me miró, y sencillamente se largo a reír. "Me la hiciste" me dijo. Y no paraba de reírse.
Al ver su risa, me dió pena darle tantas monedas. Así que le dije: "Deme las monedas. Si me espera, pediré sencillo donde mis jefes". Me sonrió y me dijo: "Gracias joven. Muy amable".
Volví y le pase el vuelto en billetes. Quedamos como amigos. El se fue y yo seguí trabajando.
"Ustedes se están riendo de mí"
Me considero un joven bien alegre (entiéndase que el término joven es bien relativo. Yo a mis 26 años soy joven aún, aunque si hubiera nacido en la edad media, con 26 años ya sería un anciano). Y en la caja, cuando no anda mucha gente, me gusta conversar con mi empaque. En eso estaba cuando sucedió algo muy raro.
En el super donde trabajaba, habían dos hileras de cajas. La mayoría de la gente pasaba por las cajas de adelante. Yo estaba en las de atrás, así que para que supieran que yo estaba atendiendo, debía gritar "Pase" para que avanzara la fila hacia atrás. Justo hice eso, y una señora con un coche de guagua me ve y avanza a mi caja.
Justo antes de que llegara a donde estaba yo, mi empaque me tira una talla muy graciosa. Yo no pude aguantarme la risa y ambos comenzamos a reírnos de lo que me había dicho. La señora, al escuchar nuestras risas, creyó que nos reíamos de ella, y nos dijo: "Ustedes se están riendo de mí. No se los voy a aguantar". Se dio media vuelta y se cambio de caja. Ni siquiera me dio tiempo de darle una explicación. Simplemente se fue. Ambos quedamos plop con todo eso, pero les prometo que no nos burlamos de ella :(
Estas dos experiencias quería contarles. Tengo muchas más. Pero las dejaré para otros artículos de la serie Experiencias de un simple cajero. Nos vemos aquí, Donde Panchito.
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