martes, 20 de marzo de 2018

282. ¡Hasta siempre, Sudan!

Cortesía de "El País"

Es sabido por todo el mundo que el ser humano es el mayor depredador de la tierra. Sus ambiciones hay llevado a la tierra al límite, contaminando sus aguas, el aire, el suelo, y acabando con cuanta especie animal se le cruce por su camino, en su afán de lograr sus mezquinos proyectos.

Es así como, a lo largo de la historia, los humanos han acabado con muchas especies de animales y plantas. Es increíble como le faltamos el respeto a los animales, a las plantas, a nuestro planeta en general, sólo por creer ser dueños de ella, cosa que, a estas alturas, sabemos que no es así.

Sudan (foto gentileza de publico.es)
Recién me he enterado que, en África, ha muerto Sudan. ¿Quién es el? Un rinoceronte blanco del norte. Pero no es cualquier rinoceronte. Era el último macho que quedaba vivo. Quedan aun dos rinocerontes de esta subespecie, pero son hembras, por lo que no pueden reproducirse. Con la muerte de Sudan, las esperanzas de que esta especie pueda sobrevivir en el tiempo son casi nulas. Los expertos intentarán inseminar a una de las hembras utilizando el semen que guardaron de Sudan, pero estos mismo expertos reconocen que "nunca se ha hecho en rinocerontes" y que "es muy difícil".

Me da mucha rabia. En realidad, todo lo que tenga que ver con destruir el planeta y a quienes habitan en él me causa una profunda rabia, pena y frustración. Los rinocerontes blancos del norte fueron atacados sin piedad durante décadas debido a sus cuernos, que son más valiosos que el oro, y que se venden por muchísimo dinero, debido a sus supuestas propiedades curativas y afrodisíacas. Tanto fue todo esto, que estos últimos tres rinocerontes (dos ahora) son resguardados día y noche por militares, aviones no tripulados, torres de vigilancia y perros. ¡Increíble!

¿Hasta cuando el ser humano tendrá el derecho de maltratar y acabar con los animales por simple placer o por dinero? Es una pregunta que me dará muchas vueltas por un largo tiempo. Sólo me queda decir... ¡Hasta siempre, Sudan!

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sábado, 17 de marzo de 2018

281. La Olimpiada, capítulo 2




 - Capítulo 2 - 

Cae la noche en Atenas. Constantine ya está en su prisión, listo para vivir su última noche antes de ser ejecutado por la mañana. Mientras, el emperador Alejandro va en búsqueda de su esposa, Calista, y de su pequeña hija, Helena, apresurado puesto que sabe que Constantine es capaz de liberarse de prisión y cumplir su palabra de acabar con su familia.

Al llegar a la alcoba real, halla a ambas en la cama, listas para dormir. Apenas entra Alejandro, Calista se levanta y corre a sus brazos, echándose a llorar de miedo y desesperación.

- Oh, Alejandro - decía Calista -, amor mío. Temo que ese malhechor haga algo en contra tuya o de nuestra querida hija. Vuestro intercambio de palabras cruzaron cual flecha fugaz y llegaron hasta acá, partiéndome el alma. Y los dioses... los dioses me advierten que no se vienen tiempos mejores para nosotros si no acabas con Constantine.
- Mi hermosa Calista. No permitiré que nadie ose hacerles daño. Ya mandé a custodiar la celda de Constantine durante toda la noche y apenas amanezca, será ejecutado y...
- Pero Alejandro - interrumpe Calista -. ¿Por qué esperar hasta mañana? ¿No sería muchísimo mejor acabar con ese infeliz ahora mismo? Si llegase a escapar, no solamente nuestras vidas estarían en peligro. ¿Sabes lo que pasaría si el pueblo se enterase de la fuga de Constantine? Aparte que serías el hazmerreír del pueblo, todos le darían honra a quien no se lo merece, porque esa honra te corresponde sólo a ti.
- Los sacerdotes del oráculo me indicaron que la decisión que tomé es la correcta, de acuerdo a la voluntad de Zeus. No quiere derramamiento de sangre esta noche. Ya sabes que los caminos de Zeus son misteriosos. Sólo hay que acatar y ver qué sucede durante la mañana. - La toma entre sus manos y la abraza con ternura, y dice: - No te preocupes en demasía amor. Estamos seguros y protegidos. Los dioses saben que estoy siguiendo los pasos de mi padre y debo dar honor a mi familia cobrando venganza sobre Constantine, para que el oprobio salga de en medio de nosotros, y de en medio de nuestra preciosura, Helena.
- Es verdad - dice y, luego de mirar a Helena, agrega: - Mira cómo duerme nuestra hija.
- Sabes que daría mi vida por ti y por Helena. Ahora debo dejarlas un rato. Debo pensar en lo que sucederá al amanecer. Le diré a un par de guardias que custodien la alcoba.
- Por favor, amor. No te demores. Tu hija y yo esperaremos que vuelvas.

En eso, Helena despierta.

- Papi. ¿A dónde vas? - preguntó Helena -.
- No temas, hija mía. Mamá se quedará contigo. Debo tratar unos asuntos urgentes en el salón real.
- Te quiero papá. No te vayas tan lejos - dicho esto, le lanza un beso a la distancia -. 
- Yo también te quiero hija, a ti y a tu madre - dicho esto, Alejandro se marcha -.

Mientras Alejandro se dirige de prisa al salón real, donde ha mandado a llamar a los principales sacerdotes y hombres valerosos del imperio, en la celda Constantine está pensando qué hacer para intentar escapar antes de que sea muerto en manos de Alejandro, aprovechando que aun no llegan los guardias que el emperador mandó para custodiar su celda.

- ¡Maldita sea! ¿Cómo salgo de aquí? Por los dioses... - camina de un lado para otro en su celda -. Tengo que hallar la forma de salir de aquí... No hay nadie viendo... Tengo que escapar de algún modo.

Constantine caminaba de aquí para allá en su pequeña celda de 3 por 3. Miraba para todos lados buscando algún punto débil de la celda o alguna herramienta con que abrir los barrotes. Golpea con sus puños la muralla, patea la puerta de la celda, pero todo es en vano. No puede salir por ningún lado ni de ninguna forma. En eso, llega la custodia que mandó Alejandro. Diez soldados se ubican a la entrada de la celda, de punto fijo, para evitar que Constantine escape.

- ¡Ni crean que me intimidan! - gritaba Constantine en su celda -. ¡Si supieran las cosas que hizo Alejandro en contra de mi familia!... ¡Ni siquiera estarían aquí! Serían mis aliados, porque comprenderían que ese emperador de pacotilla no es más que un asesino despiadado... ¡¡Sáquenme de aquí!! ¡¡Les juro que me vengaré por todo esto!!

Al ver que los guardias no pronunciaban palabra alguna, y ni se movían de sus posiciones, Constantine se sentó en una esquina de la celda y, luego de mirar al techo unos instantes, comenzó a llorar desconsoladamente. 

- Este es mi fin. Lo siento padre, madre. No pude limpiar vuestros nombres...

Luego de algunos minutos ya están todos presentes en la sala real, donde Alejandro y los allí reunidos discutirán acerca del destino de Constantine.

- Otis, si no fuera mucha la molestia, puedes retirarte. Y procura que nadie nos interrumpa, por favor.
- Como mande, mi señor - dicho esto, se retira de la sala real y cierra la puerta tras de sí -.
- Hermanos míos - comenzó hablando Alejandro -. Siento haberlos citado tan tarde a esta reunión de emergencia, pero creo que los hechos acaecidos durante las últimas horas son suficiente motivo para poder efectuar esta reunión. Como ya deben saber, hace unas horas hemos dado con Constantine, uno de los delincuentes más peligrosos de la ciudad... y me atrevería a decir, del imperio.
- ¿Cómo has logrado tamaña hazaña, emperador? - preguntó Adonis, uno de los sacerdotes del oráculo de Zeus.
- Pues mis soldados le tendieron una emboscada. Pero ese no es el motivo de esta reunión.
- ¿Ah no? - indicó Vasilios, uno de los principales en el imperio -. Entonces, explícanos a qué se debe tanta batahola Alejandro.
- Ustedes ya deben conocer el motivo por el cual Constantine ha causado tantos problemas tanto en Atenas como en otras provincias del imperio. Su sed de venganza por no aceptar que su hermana Calista se haya casado conmigo ha provocado todo este sufrimiento. Y en su locura ha causado ruina a mi familia, por lo que he decidido ejecutarlo al amanecer. Sin embargo, tengo mucho miedo porque este fulano es capaz de escaparse, aun cuando he dejado un contingente de guardias en la celda donde está encerrado.
- Y si tienes tanto miedo... ¿por qué no lo mandas a matar ahora mismo? Te ahorrarías muchos problemas - dijo Obelius, otro principal del imperio, y brazo derecho del emperador -.
- ¿Y que la furia de Zeus caiga sobre nosotros? ¡Ni hablar! - increpó Adonis -. Zeus me ha pedido expresamente mediante el oráculo que esperemos hasta el amanecer. Además, no creo que haya problema si el mismo emperador se ha encargado de vigilar la celda de Constantine.
- De todas formas - agrega Alejandro - si hacemos caso a las instrucciones de nuestros dioses, y en especial de Zeus, todo saldrá bien. Eso está más que claro.
- Entonces - interrumpe Obelius -, no veo el motivo de haberme levantado a la una de la mañana para reunirnos aquí. Hasta Vasilios se está quedando dormido aquí.
- No seas mentiroso - responde Vasilios -. Aquí estoy, despierto y muy atento. Tan atento que me he fijado que tu pregunta es muy adecuada. ¿A qué se debe todo esto?
- Pues, que no me convence simplemente llegar y matarlo en la mañana. Bastante daño me ha causado a mí, a mi familia, a su familia y...
- Bueno... a su familia ni tanto. Permíteme recordarte, Alejandro, que mandaste a matar a toda su familia. Y tu esposa sufrió mucho por ver a sus padres morir.
- Si, pero se lo merecían por todo lo que me hicieron. Aparte Calista comprendió perfectamente lo que estaba pasando, lo aceptó y me apoyó en mi decisión. Y eso que aun no me vengo completamente. Eso sucederá por la mañana. Pero, ese no es el asunto en cuestión Obelius. Siento que debería disfrutar de lo que sucederá por la mañana con Constantine. Y esto de llegar y ejecutarlo así sin más... como que... no es muy gracioso que digamos, ni digno de ser disfrutado.
- ¿Quieres decir que no hará nada con él? - pregunta Adonis, con cara de extrañado - ¿Y qué pretende? ¿Dejarlo libre por la mañana?
- Ni lo pienses.. por eso el motivo de esta reunión. Ver la forma de disfrutar acabando con este infeliz.
- Pues... ahora comprendo todo mi señor. Y ese es el motivo por el que Zeus no quería que lo mandaras a matar ahora mismo - indica Adonis -.
- ¿A qué te refieres, Adonis? - pregunta Vasilios -.
- Verán. Justo antes de venir acá, en el oráculo se me indicó que, en vez de llevar a cabo lo planeado hasta ahora, podrías usar a Constantine como sacrificio a los dioses en la Olimpiada que comienza en dos días semanas en Olimpia.
- ¿Como sacrificio? ¿En la olimpiada?
- Claro. Debes asegurarte que se enfrente a un poderoso hombre. Un hombre tan, pero tan fuerte, que Constantine será derrotado, muerto y llevado como ofrenda a los dioses. Y tú, desde tu aposento real en el coliseo olímpico, podrás disfrutar de cómo acaban con Constantine.

El emperador se levanta de su asiento. Los asistentes comienzan a murmurar, unos apoyando a Adonis, y otros criticando su decisión. Pero nadie quería decir algo, por temor a que la furia de los dioses cayeran sobre ellos. Finalmente, luego de algunos minutos, el emperador se detiene frente a Adonis.

- Me agrada la idea de los dioses, Adonis. Se hará como ellos...

En eso, la conversación se interrumpe súbitamente por fuertes golpes en la puerta del salón real. De pronto, entra Otis totalmente angustiado y muerto de miedo, junto con otro soldado, ensangrentado.

- ¿Pero qué significa todo esto, Otis? ¿Y este soldado lleno de sangre? ¿No te dije que...?
- ¡Mi señor! - grita Otis lleno de susto - ¡Siento molestar!. Pero... ¡Es terrible lo que ha pasado! Constantine ha matado a todos los que lo custodiaban y ha huido... y no sabemos dónde está.
- ¿Qué has dicho? - grita desconcertado el emperador - ¡Que los dioses no nos abandonen!

Un silencio llena la sala. Constantine lo había logrado: estaba libre, aun dentro del palacio, y seguramente con muchos deseos de encontrarse con Alejandro.


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Nota: recuerda que esta obra, compuesta de varios capítulos, tiene licencia y no puede ser plagiada. Más información en el apartado Licencia y condiciones de uso.
Nota: la imagen al principio de este escrito está tomada Guía de Grecia.

martes, 13 de marzo de 2018

280. La caja sólo efectivo



Hace unos días atrás fui al supermercado a comprar algunas cositas para tomar once. Estaba buscando una caja habilitada (ya que siempre sucede que, de 15 cajas disponibles, abren sólo 3 ó 4) cuando, al llegar a una, veo un letrero gigante que dice: "Sólo efectivo". Como iba a pagar con tarjeta, seguí avanzando hasta que me puse en una fila de otra caja.

Estaba esperando que la cosa avanzara cuando, de pronto, se oye una discusión en la caja donde intenté pasar yo, la de "sólo efectivo". La cajera estaba intentando explicarle a una señora que no tenía habilitado el pago con tarjetas de débito, por lo que debía tomar su pedido y cambiarse de caja. La señora alegaba diciendo que tenía que atenderla, que ella era la cliente y tenía la razón, y otras cosas que no lograba entender. Una guardia quería poner orden, pero la cliente no cedía en absoluto.

Luego de algunos minutos, la señora, junto con su acompañante, una chica, tomaron de mala gana sus productos, y lanzando improperios a la cajera y a la guardia, se cambian a la caja donde estaba yo, y se ubican justamente detrás de mí. Yo sólo atiné a continuar esperando, intentando no hacer caso de las palabras que seguía murmurando la señora detrás de mí.

Al cabo de un par de minutos, la señora seguía furiosa y mirando a la guardia mientras ésta hacía sus quehaceres como si no hubiera pasado nada. La guardia estaba en otra: el problema de la caja era cosa del pasado... pero para la señora que estaba en la fila, parece que era muy difícil olvidar lo sucedido, puesto que seguía con sus alegatos y lanzando improperios, burlándose de su condición física.

De pronto, me di vuelta. Estaba molesto porque ya estaba hastiado de escucharla. No sé qué cara habré puesto, pero la señora se calló de inmediato. Me di vuelta nuevamente y pagué mis productos. La señora seguía con sus alegatos, pero preferí ceder e irme a casa luego de pagar.

Este mundo es muy violento, tanto física como verbalmente. Si todos pusiéramos nuestro granito de arena para hacer un mundo mejor, viviríamos más felices, y menos amargados. Les dejo a su criterio qué hacer de aquí en adelante con nuestros actos. Hasta el siguiente artículo.
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jueves, 8 de marzo de 2018

279. Colegio versus Trabajo

Colegio (2007) versus trabajo (2013)

El siguiente es un diálogo que tuve con uno de mis primos hace algunos años atrás, mientras él como estudiante estaba de vacaciones en verano y yo trabajando.

Primo: Qué pena por ti que te toque trabajar mientras yo puedo disfrutar de mis vacaciones.
Yo: Sí, así es la vida pos. Dentro de algunos años más yo descansaré mi jubilación mientras tú aun seguirás trabajando.
Primo: Pero falta mucho para eso, y yo tendré varias vacaciones más mientras tú seguirás trabajando.
Yo: A mí igual me dan vacaciones dos veces al año.
Primo: Pero no son tan largas como las mías, que tengo tres vacaciones al año para descansar.
Yo: Ah... me alegro por ti. A todo esto primo, dime: ¿Cuántas horas pasas en el colegio cuando estás en clases?
Primo: Unas 9 horas de lunes a viernes.
Yo: Ah, ¿y te dejan tareas para la casa?
Primo: Algunos días sí.
Yo: Eso quiere decir que tienes que ocupar tiempo en hacer las tareas en tu casa... digamos una hora diaria en promedio, ¿no?
Primo: Sí, eso es cierto, pero después descanso tirado en la cama.
Yo: ¿Pero si tienes prueba? ¿No tienes que estudiar?
Primo: Sí, algunos días debo estudiar y si no alcanzo dejo para el fin de semana.
Yo: Es comprensible, hay que estudiar mucho... digamos entonces que tiempo para descansar durante los 10 meses de clases no es mucho por las tareas y las pruebas. ¿O me equivoco?
Primo: Ya pero tú tienes que trabajar también y ocupas mucho tiempo en eso.
Yo: Sí, tienes razón. Pero... ¿cuánto te pagan por ocupar en promedio 9 horas en estar en el colegio, otra hora en hacer tareas, de lunes a viernes, y ocupar los fines de semana en estudiar para las pruebas?
Primo: Eh... nada.
Yo: Pues yo trabajo de lunes a domingo de 8am a 4pm. Tengo todos los miércoles libres y dos domingos libres al mes. Luego de salir del trabajo no ando preocupado por estudiar ni hacer tareas ni nada. Llego a casa y descanso... pero descanso de VERDAD, sin preocuparme por cosas pendientes en el trabajo. En el verano me dan dos semanas de vacaciones pagadas y en el invierno otra semana más de vacaciones, también pagada Y cada día 25, me llega una suculenta cantidad de dinero que tú no posees para poder comprar las cosas que a ti te compran tus papás. Así que... bueno, prefiero trabajar que estudiar, ¿no?

De ahí nunca más me tocó el tema.

lunes, 5 de marzo de 2018

278. La Olimpiada: Capítulo 1


La olimpiada
Luchando por la vida

Un delincuente en Atenas,
y un emperador
que lo obliga a ir a las Olimpiadas
para que logre salvar su vida...
¿Podrá, finalmente, escabullirse
de las garras de la muerte?


– Capítulo 01 –

Corría el año 450 a. de C.. En la ciudad de Atenas, capital del Imperio Griego, corrían vientos de violencia. Trifulcas y peleas de suma gravedad. El causante: Constantine, uno de los delincuentes más buscados de la ciudad. Robaba cuanto y cuando podía. Era temido por los soldados griegos e incluso por el mismísimo Senado. Por eso, el emperador Alejandro quería que se pudriera en la cárcel. 

“Con que robe una o dos veces más – pensaba Constantine –, tendré lo suficiente como para escapar de este asqueroso imperio y no volver jamás. Con todo lo que he hecho, ya fue suficiente venganza”. 

“Si logro apresarlo y matarlo – pensaba Alejandro –, seré reconocido como héroe, y los dioses y el pueblo me honrarán por el resto de la historia. Y nunca más se sabrá de este fulano”. 

Un día, los soldados griegos logran dar con el paradero de Constantine, luego de que unos informantes indicaran que andaba en las andanzas nuevamente, en el extremo norte de la ciudad. Un gran contingente de soldados fueron en su búsqueda, con miedo en sus corazones. Y, ¡cómo no iban a tener miedo! Constantine había matado ya a muchísima gente y nadie se atrevía a hacerle frente, ni siquiera el peor delincuente. Pero, después de una ardua lucha e, instalándole una emboscada, logran apresarlo. 

Así pues, deciden llevarlo a la presencia del emperador Alejandro, quien, a esas horas, estaba cenando en el palacio. 

- ¡Oh, su majestad! – irrumpe uno de los siervos del emperador –. 
- ¿QUIÉN OSA INTERRUMPIRME CUANDO ESTOY COMIENDO? – grita Alejandro, muy enojado –. 
- Soy yo, su siervo, señor. Lo que pasa es que... 
- ¿Y SE PUEDE SABER – grita, enojado, parándose de su trono – QUÉ DIANTRES HACES AQUÍ? 
- Es... que... – con miedo – yo, yo, yo, yo... 
- ¡Habla de una vez, ¿quieres?! 
- Atraparon a Constantine, mi señor. 
- ¿Y qué me importa eso? Lo único que quiero es... – la expresión de Alejandro cambia drásticamente de enojo a felicidad - ¿Qué? ¿Es verdad lo que me dices, eso de que lo atraparon? 
- Sí, mi señor. Se lo juro. O sino dejo de llamarme Isidoro. 
- Pero tu nombre es Otis, no Isidoro. 
- ¿Ah sí? – se asusta –. Bueno, es que Isidoro es mi segundo nombre y... 
- – interrumpiendo – Otis, no es momento para que comiences con tus bromas. Eres mi sirviente, no mi payaso. Hazme el favor de traerme a ese inútil bueno para nada de manera inmediata. 
- Sí mi señor. 

Otis va en busca de Constantine. Cuando lo traen, entre 5 soldados, Alejandro lo mira de pies a cabeza, soltando una sonrisa burlesca. 

- Bien, bien, bien, Constantine – comienza a hablar el emperador, con una sonrisa de oreja a oreja –. Por fin te hemos atrapado maldito bastardo. Más de 100 robos, y una cantidad indeterminada de dinero robado… y para qué hablar de las decenas de muertos inocentes. Sus sangres están clamando desde el olimpo. ¿Y tú? ¿Ni siquiera muestras una pizca de arrepentimiento? 

Constantine, sentado, mirando hacia abajo y moviendo el pie de un lado para otro, no emite ninguna palabra. El emperador está atónito. 

- ¿Qué acaso estás sordo? ¡RESPONDE! 
- No – responde al fin Constantine, con una mirada desafiante e intimidante –. No lo estoy para nada. 
- No me das miedo Constantine – responde el emperador – Si yo fuera tú, pediría alguna clemencia… 
- ¿Crees que te temo, Alejandro? Más te vale que ni siquiera se te ocurra soltarme, porque tu vida se acaba aquí mismo. Eres muy valiente teniéndome amarrado y sujetado por tus soldados. Pero veamos qué tan valiente eres en un frente a frente tú y yo solos. No creas que lo he olvidado...

En un rápido movimiento, logra zafarse una mano y tomar por el cuello a Alejandro. 

- … ¡Eres un maldito cobarde Alejandro! ¡Vamos! ¡Suéltame y demuéstrame que no lo eres! ¿A qué esperas? – seguía gritando mientras no soltaba el cuello del emperador - ¡¡Aún no olvido que hayas matado a mi familia!! ¡¡Mi madre era inocente!! ¡¡Mi padre era inocente!! ¡¡Mi hermano era inocente!! Por los dioses... Créeme que gozaré mucho cuando logre acabar contigo, y esa será la dulce venganza de la que tendré el honor de recibir por parte de los dioses... ¡Ya lo verás!

Los soldados finalmente lograron sujetarlo y que soltara el cuello de Alejandro. Y el emperador se decía a sí mismo: “¿Qué hago con él?” 

Al fin, luego de varios minutos de silencio, en donde pasó la tensión vivida anteriormente, Alejandro habla de manera muy nerviosa. 

- Yo... yo lo sentencio a muerte. - luego recupera su cordura y agrega - No le tendré ninguna compasión a este hombre. Tus padres fueron unos mal nacidos que me hicieron la vida imposible, y tú bien sabes por qué. Serás decapitado al amanecer... a menos que a alguien se le ocurra una mejor idea. Mándenlo a prisión – luego, mirando a Constantine, dice: - Te llegó la hora de una vez. Que los dioses se apiaden de ti. 
- No no, Alejandro. Que yo me apiade de los dioses. Eso tenlo por seguro… y será mejor que te encomiendes a ellos mientras puedas, porque esto no quedará así – dicho eso, le escupe -. Y más te vale que tengas entre ceja y ceja a tu familia... ¡No te olvidarás nunca de mí, Alejandro! 

Los soldados golpean con firmeza a Constantine, pero ni se inmuta. Entre los mismos cinco soldados que lo habían llevado a ver al emperador, se va a su prisión en donde pasaría su última noche con vida. 

Una vez marchado el prisionero, Alejandro se sienta en donde estaba merendando y, tomándose la cabeza, decía: 

- ¿Qué haré con este engendro? ¿Será capaz de escaparse de la cárcel? 
- Mi señor – respondió Otis -. Tome este trozo de seda. Límpiese la cara del escupitajo que recibió.
- Oh, si...gracias Otis.
- Ya lo mandó a prisión y por la mañana será ejecutado a las afueras de la ciudad. Hizo lo correcto. Las fechorías de este hombre deben ser pagadas con muerte. Se lo merece por tanta crueldad. 
- Sí lo sé. Pero su mirada… su forma de hablar… el escupo… Este hombre es capaz de hacer cualquier cosa por escapar y cumplir su palabra. Mi vida corre peligro, y también la de mi familia… 
- No se amargue tanto mi señor. Ruegue a los dioses que le de sabiduría y protección para enfrentar esta situación. De todas formas, en mi humilde opinión, debería dejar custodiando la celda de Constantine durante toda la noche, para seguridad de usted, su familia, y de todos nosotros. 
- Tienes razón Otis – aseveró el emperador –. Manda a que custodien la celda toda la noche. Iré donde mi esposa y mi hija para ver que se encuentren bien. 

Dicho esto, Alejandro se va a su alcoba, mientras Constantine es encarcelado, a la espera de su ejecución por la mañana.

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Nota: la imagen al principio de este escrito está tomada Guía de Grecia.