<< Capítulo 4
- Capítulo 5 -
¡Y comenzaron las olimpiadas! Más de 100 días de juegos y entretención, que el emperador esperaba con ansias, no solamente porque las olimpiadas eran ideales para que la gente olvidara los problemas y dejaran de quejarse, sino también porque, luego de muchos años, podrá ver cómo acaban la vida de quien le hizo la vida imposible: Constantine.
Eso sí, no era simplemente echar a Constantine a la arena para pelear. Todo el mundo le temía, por lo que conseguir a alguien que quisiera confrontarlo era una misión titánica. Ninguno de los más famosos gladiadores griegos querían una batalla a muerte con él, y durante muchas semanas se fue aplazando la gran atracción de las Olimpiadas. Pero los dioses habían hablado: Constantine debía ser sacrificado a ellos mediante una batalla, y no había vuelta atrás.
Sin embargo, habían algunos que no podían convencerse de que aún estuviera vivo Constantine, especialmente porque tuvieron la oportunidad de acabar con él tiempo atrás y, sin embargo, no lo hicieron. Mientras se llevaban a cabo las olimpiadas, intentaban por todos los medios de convencer a Alejandro que desistiera de llevarlo a la arena y que matara de una vez al delincuente.
- Pero Alejandro, ¿no te has puesto a pensar en la remota idea de que Constantine sobreviva? - preguntó Vasilios -. ¿Estarás dispuesto a dejarlo ir?
- Es verdad, majestad. No podemos darnos el lujo de que se vaya y se ría de todos nosotros, luego que todas las fechorías que ha hecho - dijo Obelius -. Insisto en la idea de ejecutarlo ahora mismo.
- No podemos ir en contra de los designios de los dioses - intervino Adonis -. Ellos ya hablaron por medio del oráculo.
- Claro - respondió Alejandro -, y si los dioses dijeron eso, seguramente es porque nos darán a Constantine en nuestra mano. No creo que Zeus y los demás estén jugando con nosotros. Y si alguno de ustedes piensa eso, creo que merecen lo mismo que Constantine.
- No, por supuesto que no mi señor - dijo Vasilios -. Es solo que estamos preocupados. Han pasado ya más de setenta días desde que iniciamos los juegos, y aun no hallamos a nadie que quiera enfrentarse a él.
- Todos le tienen miedo Alejandro - dijo Obelius -. Y si nadie quiere pelear con él, ¿cómo lo ofreceremos a los dioses?
- Por algo los dioses hablaron y dijeron tal cual como todos nosotros sabemos. Y es que cuando ellos hablan, las cosas se dan para que todo sea como indican ellos.
- ¿A qué te refieres emperador?
- A que ya tenemos a alguien que quiere enfrentarse con él. Y tiene mucha sed de venganza.
- ¿Estás hablando en serio Alejandro? - preguntó Obelius - ¿Me estás tomando el pelo?
- Imposible - respondió Alejandro -. Eres calvo. ¿Qué pelo te voy a tomar?
Vasilios y Adonis explotan en risa. Obelius se enoja.
- Creo que no es el momento de decir semejantes bromas. No estoy dispuesto a aceptarlas, y menos del mismísimo emperador - dijo Obelius -.
- Vamos, hombre. No te enojes. ¿Se acuerdan de Creonte? ¿El principal a cargo de los gladiadores en estas olimpiadas?
- Si, lo recuerdo muy bien - respondió Adonis -. Es igual de calvo de Obelius.
- Es verdad, pero ese no es el meollo del asunto. Este hombre ayer me indicó que uno de los gladiadores más grandes y fuertes que tiene, Odiseo, quiere enfrentarse a Constantine y acabar con él. Y este hombre es muy fuerte. Físicamente es un monstruo. Mide dos metros quince y pesa ciento noventa y siete kilos. En sus más de quince años en la arena, jamás ha perdido. Creo que es invencible y los dioses ciertamente están con él. De eso no me cabe duda.
- Me parece magnífico, majestad - dijo Vasilios, lleno de alegría -. Pero... ¿a qué se refiere con que tiene mucha sed de venganza?
- Es que Constantine mató a toda la familia de Odiseo en una trifulca cerca de Atenas hace un tiempo. Y si a eso le sumamos su contextura, el apoyo de los dioses y de todos nosotros desde las gradas... sin lugar a dudas disfrutaré mucho ver morir a Constantine - se para de su asiento -. Ahora, si me disculpan, quiero ir a disfrutar un poco de las olimpiadas.
- Claro Alejandro. Disfrútelas.
Finalmente, se dispuso que al final de las olimpiadas, como broche de oro de los juegos, se enfrentaran Odiseo y Constantine, en una batalla a muerte que sin lugar a dudas convocará la atención de todos los asistentes. La pregunta es: ¿Quién ganará?
Sin embargo, habían algunos que no podían convencerse de que aún estuviera vivo Constantine, especialmente porque tuvieron la oportunidad de acabar con él tiempo atrás y, sin embargo, no lo hicieron. Mientras se llevaban a cabo las olimpiadas, intentaban por todos los medios de convencer a Alejandro que desistiera de llevarlo a la arena y que matara de una vez al delincuente.
- Pero Alejandro, ¿no te has puesto a pensar en la remota idea de que Constantine sobreviva? - preguntó Vasilios -. ¿Estarás dispuesto a dejarlo ir?
- Es verdad, majestad. No podemos darnos el lujo de que se vaya y se ría de todos nosotros, luego que todas las fechorías que ha hecho - dijo Obelius -. Insisto en la idea de ejecutarlo ahora mismo.
- No podemos ir en contra de los designios de los dioses - intervino Adonis -. Ellos ya hablaron por medio del oráculo.
- Claro - respondió Alejandro -, y si los dioses dijeron eso, seguramente es porque nos darán a Constantine en nuestra mano. No creo que Zeus y los demás estén jugando con nosotros. Y si alguno de ustedes piensa eso, creo que merecen lo mismo que Constantine.
- No, por supuesto que no mi señor - dijo Vasilios -. Es solo que estamos preocupados. Han pasado ya más de setenta días desde que iniciamos los juegos, y aun no hallamos a nadie que quiera enfrentarse a él.
- Todos le tienen miedo Alejandro - dijo Obelius -. Y si nadie quiere pelear con él, ¿cómo lo ofreceremos a los dioses?
- Por algo los dioses hablaron y dijeron tal cual como todos nosotros sabemos. Y es que cuando ellos hablan, las cosas se dan para que todo sea como indican ellos.
- ¿A qué te refieres emperador?
- A que ya tenemos a alguien que quiere enfrentarse con él. Y tiene mucha sed de venganza.
- ¿Estás hablando en serio Alejandro? - preguntó Obelius - ¿Me estás tomando el pelo?
- Imposible - respondió Alejandro -. Eres calvo. ¿Qué pelo te voy a tomar?
Vasilios y Adonis explotan en risa. Obelius se enoja.
- Creo que no es el momento de decir semejantes bromas. No estoy dispuesto a aceptarlas, y menos del mismísimo emperador - dijo Obelius -.
- Vamos, hombre. No te enojes. ¿Se acuerdan de Creonte? ¿El principal a cargo de los gladiadores en estas olimpiadas?
- Si, lo recuerdo muy bien - respondió Adonis -. Es igual de calvo de Obelius.
- Es verdad, pero ese no es el meollo del asunto. Este hombre ayer me indicó que uno de los gladiadores más grandes y fuertes que tiene, Odiseo, quiere enfrentarse a Constantine y acabar con él. Y este hombre es muy fuerte. Físicamente es un monstruo. Mide dos metros quince y pesa ciento noventa y siete kilos. En sus más de quince años en la arena, jamás ha perdido. Creo que es invencible y los dioses ciertamente están con él. De eso no me cabe duda.
- Me parece magnífico, majestad - dijo Vasilios, lleno de alegría -. Pero... ¿a qué se refiere con que tiene mucha sed de venganza?
- Es que Constantine mató a toda la familia de Odiseo en una trifulca cerca de Atenas hace un tiempo. Y si a eso le sumamos su contextura, el apoyo de los dioses y de todos nosotros desde las gradas... sin lugar a dudas disfrutaré mucho ver morir a Constantine - se para de su asiento -. Ahora, si me disculpan, quiero ir a disfrutar un poco de las olimpiadas.
- Claro Alejandro. Disfrútelas.
Finalmente, se dispuso que al final de las olimpiadas, como broche de oro de los juegos, se enfrentaran Odiseo y Constantine, en una batalla a muerte que sin lugar a dudas convocará la atención de todos los asistentes. La pregunta es: ¿Quién ganará?
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Nota: recuerda que esta obra, compuesta de varios capítulos, tiene licencia y no puede ser plagiada. Más información en el apartado Licencia y condiciones de uso.
Nota: la imagen al principio de este escrito está tomada Guía de Grecia.
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Nota: la imagen al principio de este escrito está tomada Guía de Grecia.
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