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Una de mis primeras fotos de cajero (2011) |
Cuando se trata de trabajos con contacto directo con clientes, las cosas algunas veces no salen como uno espera. Pueden ocurrir cosas que te arruinan el día, o que te lo alegran. Así es la vida de quien trabaja en el comercio, como es en mi caso. Hace un tiempo les había comentado que trabajaba como repartidor en una cadena de pizzerías. Sin embargo, me cambié de empleo por uno mejor, con horario flexible. Sigo siendo cajero y repartidor, por lo que continuaré teniendo experiencias para relatarles.
Por lo pronto, aquí les dejo dos situaciones que me sucedieron tiempo atrás. Recuerden: nunca es fácil tratar con clientes. Eso denlo por hecho.
La impresora atascada
Una clienta llega a mi caja y, luego de cancelar sus productos, le indico al computador que me imprima la boleta. Pero ésta no reacciona. Luego de algunos segundos insistiendo en que la imprima, el computador manda la orden a la impresora, pero ésta se atasca y sólo imprime una porción de la boleta.
"Disculpe. La boleta se quedó atascada. ¿La necesita?" le pregunté amablemente. La mayoría de la gente ni siquiera espera la boleta; o si la reciben, la botan en el basurero o, peor aún, en el suelo. Pero justo esta clienta quería la boleta. "Sí", me respondió, ofuscada porque ya llevaba interminables sesenta segundos esperando su boleta. Ya le había entregado el vuelto, por lo que le dije: "Como le dije, la boleta está atascada y no logro sacarla".
La impresionante respuesta de la clienta me deja perplejo: "Ese no es mi problema. Yo quiero mi boleta, porque la ley me ampara. Tení que entregármela sino te vai a quedar con el impuesto". La miro, ya algo molesto, porque insinuó que soy un hurtador, y le dije: "El computador ya mandó lar orden de impresión a la impresora fiscal, por lo que la venta está cerrada. El Servicio de Impuestos Internos no tendrá dudas de que la venta se hizo, con su correspondiente 19% de impuesto. Lo sé porque la impresora algo alcanzó a imprimir antes de atascarse y la caja me permite hacer otra venta, cosa que no me dejaría si no hubiera cerrado su venta".
La señora se dio media vuelta y se fue. Así pude continuar con la fila, que ya era algo larga luego de la espera por la impresora atascada. Lo gracioso es que, cuando atendí al siguiente cliente, salió el resto de la boleta de la señora y luego salió el del cliente que estaba atendiendo. :P
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Una señora honrada
Unos días después de la experiencia recién contada, una clienta pasó al local a comprar algunas cosas. Cuando le indico el total a pagar, y luego de revisar su chauchero, me dice: "Me faltan $100, así que sáqueme la bebida". Yo le respondí: "No se preocupe. Por $100 no me haré más pobre". Así que le corté la boleta y yo puse los $100 que faltaban. La señora, muy agradecida, se fue con sus productos.
Al otro día, el turno estaba flojo. No andaba nadie así que aprovechaba de conversar con mis compañeros. En eso, uno de ellos me dice: "Pancho, hay alguien en la caja". Al voltearme, veo a la misma señora del día anterior y me dice: "Aquí tiene sus $100. Muchísimas gracias". Luego de eso se fue.
A pesar de que algunas veces recibo malos tratos, quejas y hasta insultos, hay otras veces que me tratan bien, me felicitan y suceden cosas como la señora de los $100. Por cosas como estas amo mi oficio. Ser cajero no es fácil: pero es entretenido y, a la larga, son muchas más las cosas lindas y chistosas que suceden, que las que te hacen enojarte. Cuando uno disfruta su trabajo, y más encima éste es compatible con tu vida fuera de lo laboral, uno realmente puede ser feliz. Y yo sí que lo soy.
No se pierdan una nueva entrega de esta sección, una de mis favoritas, que publicaré más adelante. Gracias por leerme y seguir visitando Donde Panchito.