443. Fin de la temporada 18 de "Donde Panchito"


Queridos amigos:

Hemos concluido una nueva temporada. Y, como es costumbre, lo haremos con un vídeo de conclusión, donde repasaremos diversos datos del blog en este año 2023 que ha terminado. Es un cierre de temporada muy especial, puesto que Donde Panchito ya no existirá nunca más. Todos los detalles en el siguiente vídeo. Que lo disfruten.

442. Jerónimo y yo

Debo reconocer que soy malísimo viendo películas. No me atraen mucho... son contadas con los dedos de una mano la cantidad de veces que he ido al cine en estos últimos diez años. Claro, eso cambió una vez que conocí a mi Eve y a su hija. Hemos ido un par de veces al cine este año (a principios de año a ver "Titanic" y en abril a ver la película de Mario). En casa, de a poco me ha ido entusiasmando el ver series por plataformas de streaming, o películas como "Elementos", que la encontré muy entretenida.

441. No fue sólo un accidente...

 

A lo largo de estos ya más de 17 años escribiendo en este lugar, he hablado en más de alguna ocasión sobre el sistema de transporte público de Concepción, la ciudad donde vivimos Eve y yo. Y no precisamente hablo muy bien de quienes tienen el deber de transportarnos sanos y salvos entre las diferentes comunas de esta urbe, urbe que ya va para el millón doscientos mil habitantes. Mi sensación es que nuestro sistema de buses es un caos, un desastre. Sin embargo, a pesar de que mi percepción no es de las mejores, jamás imaginé que, finalmente, ocurriría algo terrible que me hizo pensar en que hay que hacer un cambio de raíz en la forma en que se traza el transporte en Concepción.

440. Episodio 54 del Podcast "Donde Panchito"


¡Hola! ¡Hemos vuelto!

Sí: después de algún tiempo de inactividad, hemos vuelto a las andanzas en el blog. Hemos vivido muchísimas cosas en estos últimos meses junto con mi Eve. Y claro, no nos quedó tiempo para nuestro pasatiempo: escribir y hacer vídeos para Donde Panchito. Sin embargo, ahora tenemos tiempo para volver por acá.

439. Corazonada

Escucha este artículo (3:23 min)

Hace unos días tuve que irme en micro al trabajo. No acostumbro a hacerlo puesto que, o ando en mi vehículo particular, o utilizo la camioneta de la empresa. Pero, en esta ocasión, mi novia tenía mi auto y no tenía ninguna camioneta de la empresa disponible, así que no tuve más remedio que tomar una micro. Me gusta viajar así: es entretenido y puedo ir viendo el paisaje por la ventana.

438. Episodio 53 del "Podcast Donde Panchito"

¡Por fin! Después de varios meses, se estrena un nuevo episodio del "Podcast Donde Panchito". Eve y yo nos dedicamos a contarles sobre nuevas secciones en el podcast. Además, tenemos intenciones de retomar los vídeos de chistes y reels cortos para nuestro canal de YouTube "Donde Panchito TV".

437. En búsqueda de la felicidad

La felicidad... ese anhelo universal y etéreo que todos, absolutamente todos persiguen, ha sido objeto de reflexión y debate a lo largo de la historia. Desde filósofos antiguos hasta psicólogos contemporáneos, todos han intentado desentrañar el misterio detrás de esta emoción tan preciada. Pero ¿qué es realmente la felicidad? ¿Cómo se alcanza? ¿Es un destino o un camino?

Para muchos, la felicidad se presenta como una constante búsqueda, un objetivo que perseguimos incansablemente. Pero ¿qué sucede cuando la felicidad se convierte en una meta inalcanzable, como perseguir una ilusión escurridiza? Quizás uno de los problemas radica en la concepción errónea de la felicidad como un estado permanente de euforia o plenitud constante. Esto es un error, puesto que la felicidad no una emoción constante, sino más bien una amalgama de momentos placenteros, satisfacción personal y un sentido de bienestar que experimentamos a lo largo de nuestras vidas.

La cultura moderna a menudo asocia la felicidad con logros materiales y éxito externo, como el dinero, la fama o la posición social. Si bien estos factores pueden contribuir a una cierta forma de bienestar, no garantizan una felicidad genuina y duradera. De hecho, no la garantizan para nada. La felicidad va ligada más fuertemente con relaciones interpersonales satisfactorias, conexiones sociales significativas, una sensación de propósito en la vida, y el satisfacer la necesidad innata del ser humano de algo espiritual, como la relación con Dios y ser amigo de él.

En la era de la tecnología y la conectividad constante, nuestra atención se dispersa en innumerables direcciones, lo que puede dificultar nuestra capacidad para saborear el momento presente. La ansiedad sobre el futuro y los remordimientos sobre el pasado a menudo nos alejan de experimentar la plenitud en el aquí y ahora. La práctica de la atención plena y la gratitud puede ser un antídoto poderoso para esta desconexión. Al cultivar la capacidad de estar completamente presentes y apreciar lo que tenemos, nos permitimos experimentar la felicidad en momentos aparentemente insignificantes.

La felicidad también está intrínsecamente ligada a la autenticidad. A menudo, nos dejamos llevar por las expectativas y presiones sociales, ignorando nuestras verdaderas pasiones y valores en el proceso. Aceptar quiénes somos y abrazar nuestras imperfecciones nos ayuda a liberarnos de las cadenas autoimpuestas y a construir una vida más significativa y plena.

Además, la felicidad no es solo un asunto individual; también tiene una dimensión colectiva. Nuestras conexiones con otras personas, nuestras contribuciones a la sociedad y la sensación de comunidad pueden nutrir y enriquecer nuestra felicidad. La empatía, la amabilidad y el apoyo mutuo crean un entorno propicio para la felicidad tanto en nosotros como en quienes nos rodean. Es imposible ser realmente feliz si quienes están a nuestro alrededor no lo son. La felicidad es contagiosa, al igual que la tristeza o el desánimo.

La búsqueda de la felicidad es un viaje complejo, pero no es esquiva, ni mucho menos. Hay quien diga que no hay una fórmula mágica o un atajo para alcanzarla, pero lo cierto es que existe una receta que, por lo menos para mí, ha dado resultado. Claro que tener relaciones personales con otros y compartir ellos trae cierta clase de felicidad. Es cierto que lo material puede, en cierto modo, hacernos feliz de manera efímera o momentánea. Pero la clave de la verdadera felicidad está en reconocer nuestra necesidad espiritual. Y no solamente eso, sino en satisfacerla: buscar a Dios, hacernos amigos de él y seguir sus consejos. Al fin y al cabo, él nos promete que seremos felices si satisfacemos esta necesidad espiritual que, como dije más arriba, es inherente en los seres humanos (Mateo 5:3). 

Y, otra cosa que nos hará felices es ayudar a los demás. Se ha comprobado que ser generosos con quienes nos rodean nos hace más felices. Eso concuerda perfectamente con lo que Dios espera de nosotros (Hechos 20:35)

Aprendamos a ser conscientes y a apreciar cada momento. Tener la tranquilidad de confiar en Dios para que guíe nuestra vida nos dará la seguridad de que seremos felices… pero felices de verdad.

La felicidad, entonces, podríamos decir que es el camino, pero también el destino de ese camino. Claro, porque podemos ser felices en el camino de la vida disfrutando de las cosas simples, de pasar tiempo con la familia, de tener buenas amistades, o de estrechar lazos con Dios. Pero, a mi juicio, también es el destino: porque Dios quiere que seamos felices para siempre... a ese objetivo apunto yo. Llegará el día en que seré feliz de verdad, sin ninguna clase de problema o dificultad... y llegado ese día, podré decir que mi búsqueda de la felicidad ha concluido, porque la he hallado y será eterna.

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436. La billetera


Varias veces he hablado de que la sociedad en general va de mal en peor, en especial en su aspecto moral. Pareciera ser que conforme va pasando el tiempo lo malo ya no es tan malo, y lo bueno deja de serlo, a vista de muchos. Pero, de vez en cuando, suceden cosas que me hacen pensar que, entre toda la gente que obra mal, hay muchos que actúan de manera honrada. Y, en esta ocasión, no les contaré algo que yo oí, o de una situación que vivió "x" persona. Porque la historia que les relataré me pasó a mí.

Llegué a Concepción luego de un largo día de trabajo. Había viajado más de 800 kilómetros (recuerden que ahora trabajo como transportista. Mis días de cajero han quedado en el olvido). Antes de irme a casa a descansar, mi novia Eve y yo fuimos a un local a comer completos y papas fritas. Charlamos de lo lindo, regaloneamos y nos reímos mucho. La fui a dejar a su casa y yo me fui a la mía.

Al otro día, luego de un descanso reponedor, me levanto para prepararme e ir a trabajar. Tomo desayuno, arreglo mi almuerzo y mi mochila y me voy... o al menos, eso intenté hacer. Claro, porque cuando reviso mi mochila por última vez, me percato que no estaba mi billetera. Desesperado, comencé a buscarla por todos lados. Todos mis documentos los tenía allí, además de unos 70 mil pesos en efectivo. Pero mi búsqueda fue en vano... no la hallaba por ningún sitio.

Comencé a pensar en si se me había quedado el día anterior en el negocio donde habíamos comido Eve y yo. Iba a llamar a mi novia cuando, de pronto, alguien grita "aló" fuera de casa. Mi madre sale a atender.  No puse mucha atención... hasta que mi mamá grita: "Franci, Franci, mira lo que encontró el caballero". Salgo al jardín y veo a un señor, vestido de negro, de unos 40 y tantos años, con mi billetera en la mano.

"La hallé al lado de la camioneta que está frente a su casa. ¿Es suya?", me preguntó aquel señor. Yo, sin dar crédito a lo que veía, le dije que sí, a lo cual me entregó la billetera y se fue, no sin antes agradecerle por tremendo favor que me hizo al hallar mi billetera y devolvérmela. Sin embargo, creí que sólo encontraría mis documentos, sin mi dinero... pero mi sorpresa fue mayor cuando revisé y estaban todos mis documentos y, además, la totalidad del dinero en efectivo. Claro, estaba todo mojado por la lluvia que había caído en la noche. ¿Pero qué más da? Sólo pasé un buen susto.

Entre tanta gente mala... hay quienes son honrados aun

Sí: el caballero perfectamente podría haberse llevado mi billetera con los $70.000. Al fin y al cabo, es plata que a nadie le sobra, y seguramente a él tampoco. ¿Habrá mirado el interior de mi billetera antes de devolverla? ¿O simplemente se limitó a hacer lo que una persona honrada hace: devolver lo que no es suyo? Muchas gracias a aquel caballero que actuó bien, seguramente porque su conciencia le decía que tenía que hacer eso. Y me hace pensar que, entre tanta maldad, aún hay gente buena y honrada que actúa bien frente a situaciones como ésta. Y eso... eso sí es digno de encomio.

435. Viajando con Panchito y Evelyn 18: Lebu


Hoy les traigo una nueva entrega de una sección que ya es todo un clásico en el blog: "Viajando con Panchito". Aunque, a partir de ahora, mi novia Eve también me acompañará recorriendo varios lugares de Chile, y quizá de otros lados (¿por qué no?). Y después de muchos meses, por fin tengo listo el vídeo del viaje que hicimos con mi guapa en enero pasado.

Sí, es cierto que me demoré mucho en editarlo. Pero, comprenderán que tengo otros asuntos que atender, como mi trabajo, por ejemplo. Además, también paso mucho tiempo con mi novia haciendo muchas cosas (entre ellas mantener este lindo lugar). Bueno, pero lo que importa es que ya está listo. Esperamos que les guste este vídeo, en el retorno de las grabaciones de nuestra sección "Viajando con Panchito y Eve". ¡Saludos!

434. Campito


Amo el campo. Me gusta vivir en la ciudad, pero también necesito desconectarme del estrés propio de lo urbano, y estar en paz y tranquilidad en el campo. Claro, puede ser en cualquier lugar fuera de la ciudad, pero, en mi caso, me desconecto yendo al campo de Quilacoya, que queda a unos 50 minutos de donde vivimos Eve y yo.

Pero, en esta ocasión, no quiero hablarles del pueblo propiamente tal (de hecho, eso ya lo hice). Intentaré hablar sobre la conexión que hay entre Quilacoya y yo. Una conexión que, me imagino, casi todo el mundo tiene con algún lugar campestre de la familia, o algún rinconcito donde puede pasar un momento de serenidad. De seguro tú también tienes ese lugar donde eres feliz y viajas constantemente para allá. Para mí, ese lugar es Quilacoya.

Plantaciones en la casa del pueblo

Recuerdo que, desde muy chico, todos los veranos íbamos para allá. Era muy genial. Toda la familia reunida durante un día completo (o algunas veces durante varios días) en la casa del campo, que perteneció a mis tatarabuelos, y se fue traspasando de generación en generación hasta el día de hoy. La casa original (de adobe) ya no está, pero el lugar sigue siendo el mismo. Un gran terreno en el centro del pueblo, donde tenemos varios árboles frutales, además de verduras, varios parrones y una araucaria que, lamentablemente, se secó.

Caminando a la estación de trenes (enero de 2009)

Sentado a la orilla de la estación de trenes (octubre de 2021)

Con mis primos jugábamos e íbamos a pasear a la estación de trenes, que queda no muy lejos de la casa. Comprábamos helados en el negocio del frente, y por las tardes caminábamos hasta los terrenos de mi madre y mis tíos a refrescarnos en el estero Quilacoya. Con un primo jugábamos en un pequeño bosque que teníamos en ese entonces, buscando a unos exploradores que se habían perdido en el cerro de al frente. Se armaban unos buenos asados, o comíamos humitas o pastel de choclo.

Tengo una extraña conexión con la radio. Sí: con la radio. Escuchábamos la radio Biobío, y ahora al escuchar la antigua introducción al "Radiograma", mi mente viaja a aquellos días en el campo.


Mis hermanos tenían una grabadora de audio, y hacían grabaciones caseras con los tíos y los primos. Todos esos recuerdos quedaron en casetes que, ahora, nos repartimos entre mis hermanos y yo. De hecho, más tarde en el tiempo con una grabadora de vídeo hicimos una película casera de acción con mis hermanos y algunos primos (entre ellos Diego, quien ya no está con nosotros). Lamentablemente esos registros se perdieron.

Varias veces éramos tantos los que íbamos que no cabíamos en casa, así que teníamos que acampar en el patio. Sin lugar a dudas, fue una muy linda época del que tengo hermosos recuerdos.

La casa en el campo

Conforme fuimos creciendo, cada uno de nosotros fuimos haciendo nuestras vidas. Pero, para mí, Quilacoya no quedó en el olvido. Y cada cierto tiempo voy para allá, recorro los campos, acaricio los caballos, converso con las vacas (?) o cosecho tomates.

Con mi Eve en medio de las plantaciones del campo

Me pareció ver un lindo caballo

Siempre he tenido la idea de hacerme una casa en el campo. Es que hay una tranquilidad envidiable en ese lugar. Llegar al campo de mi mamá (distante a un kilómetro del pueblo) y sentir la brisa pegar en tu cara, y escuchar el suave movimiento de las hojas de los árboles... no hay mejor sensación de paz. De hecho, cuando viví una traición muy dolorosa hace algún tiempo, me escapé durante una tarde al campo. Solo. Nadie me acompañó. Quise estar solo con Dios y con mis pensamientos... ordenar ideas... aclarar dudas. Y vaya que me sirvió estar en medio de la naturaleza. Da una calma y paz interior difícil de explicar.

La paz que se respira en el campo

Ojalá que algún día esa alocada idea de construir una casa allá e irme a vivir se haga una realidad. Mi novia y su pequeña hija quedaron fascinadas con el lugar. Con esto, no me cabe la menor duda de que Quilacoya es, y seguirá siendo, un lugar muy importante en mi vida. Eso, hasta el día en que yo deje de existir.

¡Saludos para todos!