Foto tomada de Desde La Plaza |
Hace unas semanas atrás les comentaba cómo la sociedad es indolente frente a la desgracia de los demás. Es un mal que nos aqueja cada vez con más fuerza. Pero, no solamente debemos lidiar con eso, sino también con la indiferencia, que por lo general va de la mano de la indolencia.
Claro, porque uno es indiferente cuando no está ni ahí con el sufrimiento de los demás, actuando como si no existiese. Comportamientos como ese se transforman en indolencia, donde uno actúa incluso burlándose de las desgracias ajenas, como lo vimos en el vídeo que presenté en su oportunidad.
Hoy quiero relatarles dos cosas que me sucedieron el viernes pasado. No quiero ponerme como ejemplo: no es la idea. Mi blog no es para engrandecerme, así que no piensen eso. Pero lo que les relataré demuestra claramente el mundo indiferente e insensible en el que vivimos.
La fila para pagar una cuenta
Una máquina UNIRED (foto tomada de Fondo Esperanza) |
El viernes partí muy temprano en la mañana al trabajo, pero antes pasé al centro a pagar una cuenta de una casa comercial. Para ello fui a un Unimarc, usando las máquinas de UNIRED (véase la foto), que sirven para pagar muchas cuentas, sacando unos voucher y presentándolos en caja. Al llegar, habían unas 4 personas, todas mujeres, esperando su turno. En la máquina, una chica joven intentando hacer una recarga de celular.
Noté de inmediato que llevaba su buen rato, porque la gente en la fila estaban algo impacientes. La chica ingresaba el número en la máquina, pero ésta le indicaba que el número no existía. Lo intentó varias veces. Llevaba yo unos 4 ó 5 minutos en la fila cuando, una de las mujeres que estaba antes que yo, ofuscada porque esperó mucho rato, se salió de la fila, hablado por lo bajo: "Cabra estúpida".
¿Cabra estúpida? ¡Vaya! Lo curioso es que todos veíamos que la chica estaba en apuros, pero nadie la ayudaba. Miré atentamente la máquina, y ésta indicaba que el número debía tener 9 dígitos, y ella ponía sólo 8. Por eso le rechazaba la recarga. Así que, saltándome la fila, fui donde la chica y le ofrecí ayuda. Le indiqué que debía agregar el "9" antes de anotar el número. Hizo eso y, ¡voilá! Asunto arreglado. Sacó su voucher y, agradeciéndome, se fue a caja a pagar.
¿Cómo nadie fue capaz de ayudarla? ¿Como nadie se iba a dar cuenta del error que cometía la chica al ingresar el número? Una de dos: o nadie sabía el motivo del error en la máquina, o todos eran INDIFERENTES al problema de la joven. Y, a decir, verdad, es muy probable que sea lo segundo, ya que todo el mundo sabe que, desde hace unos años, los números de celular llevan un "9" al principio, y luego viene el número telefónico de 8 dígitos. Pero eso a nadie le importó. Era más fácil enojarse y ofuscarse, que gastar 30 segundos en ayudar a la chica.
Como dato curioso, al volver a la fila, vi a 3 chicas del Unimarc conversando amenamente cerca de la máquina UNIRED. Y ninguna fue capaz de ayudar tampoco, siendo que el deber de ellas, como trabajadoras de ese lugar, es prestar ayuda a los clientes que lo requieran, aun cuando NO LO PIDAN.
Volviendo a casa y el peaje
Luego de una larga jornada de trabajo, me junté con un amigo a hacer algunas compras en el supermercado. Llovía a cántaros. Volvíamos a casa y decidimos irnos por la Autopista Interportuaria. Había una fila muy larga en el peaje Alessandri para sacar el voucher de descuento para pagar en el peaje Penco, ya que era la hora donde todos salían de su trabajo para volver a casa. En eso, un trabajador indica que se iba a abrir una segunda caseta para poder sacar el voucher, así que decidí cambiarme de fila y esperar a que abrieran esa caseta. Era el primero de la fila, y detrás se pusieron varios vehículos esperando la apertura.
Autopista Interportuaria, altura Enlace Rocuant (Foto de maipo.net) |
Como nadie hacía nada, decidí bajarme y ayudarlo. Me acerqué y le dije: "Amigo, te ayudo". Y juntos levantamos las vallas y las movimos a un lado. "Te pasaste. Muchas gracias", me dijo. "Hace falta un poco de solidaridad, ¿no?", le respondí, a lo cual me dijo: "Claro, es verdad". Volví a mi auto y, al pasar por la caseta, nuevamente me agradeció por el gesto.
Cosas como estas llenan el alma: y no hay nada que se compare a ayudar a alguien que lo necesita.
¿Por qué nadie quiso ayudarlo? Todos estaban preocupados por llegar pronto a sus casas, pero nadie hizo algo para ayudar a sacar las vallas y, efectivamente, volver más rápido a casa. Las bocinas no ayudan a que las vallas se muevan. Se necesitaba fuerza bruta, y como nadie se ofreció por indiferentes al problema del joven, finalmente lo ayudé y así todos pudimos salir del peaje más rápido.
Conclusiones
Insisto: es motivo de este artículo no es mostrarme de ejemplo de un buen hombre. Si lees mi blog, verás que casi nunca hablo de las cosas buenas que hago por otros, porque eso es personal. Uno no ayuda al prójimo para exhibirse a otros, ni para ser el centro de atención. Las buenas obras quedan entre uno, el prójimo, y Dios, que todo lo ve. A lo que voy con estos ejemplos es que la gente está totalmente absorta en sus problemas, en sus vidas, en sus cosas; tanto así que no le importa el resto, aun cuando los problemas de los demás lo afecten a uno personalmente.
¿Logró algo la señora diciéndole "Cabra estúpida" a la chica en la máquina UNIRED? ¿Avanzó la fila más rápido por hacer eso? ¿Ganaron algo los conductores que llenaron a bocinazos al chico del peaje? Ambos problemas (la máquina y las vallas del peaje) les afectaban directamente porque ambas filas no avanzaban por culpa de esos problemas, pero no hicieron nada para solucionarlos: eso es ser indiferente y, además, indolente.
Bueno, eso quería contarles. ¿Les ha pasado algo parecido? Si gustas podemos conversar en los comentarios. Antes de despedirme, quiero agradecer sus visitas y sus comentarios buena onda que me llegan por medio de Instagram y Facebook. ¡Nos vemos en un siguiente artículo!
muy bueno tus gestos saludos a mi tia
ResponderBorrarOki, yo la saludo :)
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