lunes, 24 de octubre de 2011

149. Viajando con Panchito 5: La Universidad de Concepción

A pesar de que he dejado un poco de lado esta sección de mi blog, me encanta Viajando con Panchito. Como ya han visto a lo largo de mi blog, he recorrido muchos lugares de Chile y Argentina. Sin embargo, hasta el momento, en Viajando con Panchito, no hemos salido de donde vivo. Si mal no recuerdan, en Viajando con Panchito hemos visto los siguientes lugares:
Y la idea, por ahora, es que a través de esta sección puedan conocer más de los lugares que existen para visitar dentro de mi ciudad. Y hoy hablaremos de, como ya debes de haberte dado cuenta en el título, de la Universidad de Concepción.

Fundado en 1919 por don Enrique Molina, esta universidad se ha transformado en una de las más importantes de Chile. Pero, en realidad, no voy a latearlos contándoles toda la historia de esta Universidad. Quiero que la conozcan, aunque sea por medio de este viaje virtual que vamos a hacer. ¿Listo el equipaje? Pues vámonos :D

Llegando a la Universidad de Concepción

El arco de medicina, principal acceso a la U. Al fondo el campanil (Tomado de Wikipedia)

El 10 de octubre pasado, día feriado, una familia amiga me invitó a dar una vuelta. La hija de esta familia - seguidora de este blog, por cierto -, nunca había ido a la Universidad de Concepción, así que nos fuimos para allá. Y, a decir verdad, iba con sentimientos encontrados. Por un lado, me gusta ir allá porque es un lindo lugar, con áreas verdes y un sin fin de lugares para visitar - les contaré algunas en el trayecto -, pero por otro lado sentía algo de repugnancia (en el buen sentido de la palabra) puesto que malgasté 1 año de mi vida en estudiar algo en contra de mi voluntad y que, para más remate, hasta hoy estoy asumiendo las consecuencias al pagar el crédito a un plazo de 14 años. Ya, pero no voy a aburrirlos con mis problemas. La cosa es que, para llegar a la Universidad, se puede acceder por Víctor Lamas (la calle del Parque Ecuador), o por la Avenida Chacabuco hasta la Pinacoteca. Por Paicaví sólo se puede llegar hasta la Plaza Perú, pero de ahí, la Universidad está, literalmente, a la vuelta de la esquina.

Llegamos y nos bajamos justo en frente de la facultad de Humanidades. ¡Qué recuerdos! Bueno... el recuerdo más vívido que tengo es cuando tuve que salir arrancando de los carabineros en una protesta, aunque yo sólo había ido a dar un certamen, certamen que se suspendió. Terminé llorando, no por la suspensión del certamen, sino por las bombas lacrimógenas :P

El Foro y la Laguna de los Patos

No se fijen en la fecha... no tiene nada que ver, jejeje

Caminamos por un pasillo directo al Foro, y mi amiga se encontró con esta silueta (ver imagen inmediatamente arriba). Me llamó mucho la atención, así que le sacaron una foto. Aunque más me llamó la atención lo rallada que está la Universidad con alusivos referentes a las demandas estudiantiles que todo Chile conoce. "¡Qué pena! Este era un lugar bonito" - pensé. Aun así, ver la larga franja de áreas verdes desde el foro hasta la biblioteca central me causo un placer único.

En el Foro podemos ver el campanil, un plató donde sentarse y ver espectáculos, y al fondo del Foro una cascada donde, en el lado superior derecho, encontramos un monumento en honor a Enrique Molina, primer rector de la Universidad. De allí, podemos caminar hacia la Biblioteca, que es el edificio algo amarillento que podemos ver al fondo de las áreas verdes.

La cascada y el Monumento en el foro

Donde quedé paralizado durante un buen rato fue en mi exfacultad: Educación. Y, para variar, estaba tomada Cuéntate una nueva. Quedé un buen rato mirándola. Allí estuve yo, metido un año tratando de aprender a ser profesor. Y aunque muchos me dicen que tengo pinta para ello, no es mi vocación real. De la Facultad de Educación a la Biblioteca, hay un paso. Desde la escalinata se puede ver al fondo el campanil (la torre del reloj, a lo Volver al futuro, jeje). El día nos tocó totalmente despejado, por lo que fue un excelente día para pasear. De allí, nos fuimos a la Laguna de los Patos, un hermoso lugar que queda cerca de la Casa del Deporte (acceso principal a la Universidad). No es difícil de llegar. Si vienes llegando desde el Arco de Medicina, al llegar al Foro debes doblar a mano izquierda.

La Facultad de Educación en Paro

En esa laguna se pueden encontrar, obviamente, patos. De hecho, es algo lógico, puesto que la laguna se llama de los Patos. Pero, además de esas aves, hay palomas, gorriones y cisnes de cuello negro. Estos últimos son más dignos de admiración, sin desmerecer a las palomas y gorriones, puesto que ellos están en todos lados acá en Concepción. La laguna está en buenas condiciones. Tiene un puente donde, al cruzarlo, hay más áreas verdes, además de un monolito en honor a quienes murieron en la dictadura chilena (1973 - 1990).





Insisto, no se fijen en la fecha :P

Otros atractivos

El famoso campanil

Volviendo al foro, se encuentran los baños públicos. Debajo del campanil hay una pequeña galería donde se encuentran negocios para comer e incluso una oficina de correos. También se dispone de cajeros automáticos. Desde allí, caminamos hacia Av. Chacabuco, saliendo de la Universidad. A mano derecha podemos encontrar un esqueleto de un cetáceo cazado tiempo atrás. Vale la pena sacarse una foto allí. Siguiendo derecho tenemos el imponente Arco de Medicina, que ha aguantado los terremotos de 1960 y 2010 - no estoy seguro si para el terremoto de 1939 estaba construido ya, alguien me puede corroborar esa información -. Si no te sacas una foto allí, sencillamente no visitaste la Universidad.

Al lado del arco, en la esquina de Paicaví con Chacabuco, podemos encontrar la Pinacoteca, donde se encuentra la colección de pinturas más grande de Chile. Además, vale la vista para ver el mural "Presencia de América Latina", pintada por el Mexicano Jorge González.

El Arco de Medicina

Parte del Mural "Presencia de América Latina" en la Pinacoteca (tomado de link)

A lo largo del trayecto podemos ver varias estatuas referentes a distintos acontecimientos o personajes. Te sugiero que las veas: llegan a ser interesantes. Incluso, una me llamó poderosamente la atención, y que está al lado de los estacionamientos cerca de la facultad de Humanidades.

Sin lugar a dudas, no es cara pálida... :S

No cabe la menor duda: la Universidad de Concepción puede ser un buen panorama familiar. Es un bello lugar, y uno puede aprender algo de la historia moderna de Concepción. Vale la pena hacerse el tiempo para ir allá. Pero, eso no es todo. De allí, con esta familia amiga, fuimos a otro lado. ¿A dónde? No te pierdas el siguiente Viajando con Panchito. Muchas gracias por tu atención. :D

sábado, 15 de octubre de 2011

148. La estacionada perfecta

Martes 11 de octubre de 2011, 12:25hrs. Caminaba tranquilamente en compañía de un amigo, rumbo a mi casa, por calle Alemania. Como corresponde, hacía mi trayecto por la vereda, que debe ser usada por las personas exclusivamente, ¿no? En eso, a unos 5 metros, una mujer se ubica frente a mí. Claro, quizás eso no tenga nada de raro, al fin y al cabo, esa mujer también era una persona y tenía derecho a usar la vereda. El pequeñísimo detalle es que la mujer no venía sola....

Buena la estacionada

Claro que no venía sola: llegó con su lindísimo auto y ocupó el mejor lugar para estacionarse, ¿no? ¡Fabuloso! Me puse frente al auto para ver si se daba cuenta de que estaba ocupando la vereda por donde yo iba a pasar. Dentro del auto venía ella acompañada de otra mujer, riéndose de lo mejor. Me vieron, pero ni se inmutaron... en fin, para no derivar en una discusión, mi amigo y yo preferimos rodear el auto, no sin antes sacarle una foto para que mi blog tuviera su artículo número 148 listito, jejejejeje. :D

lunes, 10 de octubre de 2011

147. ¡Peligro! Chanchitos en la vía pública


A mis 21 años puedo decir que conozco más de la mitad de Chile. Desde el año 1998 a la fecha conozco desde la ciudad de La Serena hasta el fin del mundo, más allá de la austral ciudad de Punta Arenas. En esos viajes me he percatado de la cantidad de hermosos paisajes que hay en este lindo país, todas ellas dignas de ser admiradas. Las veo y pienso: "Pero qué preciosidad. Dios de verdad que tiene mucha creatividad". Y es obvio, puesto que Él creó todo lo que existe para nuestro disfrute. Y por la chita que uno recrea la vista al ver los hermosos paisajes que nos ha regalado, ¿no?

miércoles, 5 de octubre de 2011

146. En memoria de Jerónimo

Jerónimo

¿Quién no ha tenido alguna mascota durante su vida? Seguramente tú, querido lector, lo has tenido: gato, perro, canario, tortuga, hámster, y un sin fin de mascotas que sin lugar a dudas alegran nuestra existencia. Pues bien, yo no soy la excepción en cuanto a tener mascota se refiere. He tenido muchos, y solamente gatos. Me encantan. Y, justamente de uno de ellos quiero comentarles en este artículo. No es un gato cualquiera: me acompañó durante 10 años. Su nombre: Jerónimo.

Un gatito nuevo se asoma por la casa

En septiembre del año 2001 todos en casa estábamos tristes por la muerte de nuestra gata: Fanny. A mis 11 años, fue una tremenda pérdida. Me la lloré toda cuando la enterramos en el patio de nuestra casa. Luego de eso, mi papá prometió nunca más traer un gato a la casa, porque sufríamos mucho cuando moría. Y, en cierto aspecto, tenía razón. Pero su decisión, curiosamente, duró menos que estornudo de gato :P

A mediados del mes siguiente, octubre, llegó a nuestra casa un gatito chiquitito. Su pelaje era blanco con negro. Era hermoso. Su carita era muy tierna... le pusimos por nombre Jerónimo. Bueno, en realidad su nombre completo era Jerónimo II, puesto que anteriormente tuvimos un gato que llevaba su mismo nombre. Así que, luego de la pérdida de Fanny, Jerónimo llegó en su reemplazo.

Sus primeros años

Jerónimo se caracterizaba por ser un gato muy tímido y asustadizo. Esto último lo mantuvo durante toda su vida. Cuando chico me encantaba jugar con él, tomándolo en brazos y cosas por el estilo. Me gustaba cómo era él. Sin embargo, a esa edad aun no sabía lo muchísimo que nos duraría Jerónimo, ni tampoco sabía lo importante que llegaría a ser él para nosotros como familia.

Haciendo lo que más le gustaba: flojear

A medida que fue creciendo, Jerónimo dejó algo de la timidez de lado. Ya no jugaba tanto con la lana que le poníamos. Sin embargo, comenzamos a ver otras facetas de él. Se trasformó en un gato extremadamente flojo.... bueno, sí, cazaba ratones y gorriones. Muchas veces lo vi comiéndose una de esas aves. Incluso recuerdo que una vez trató de cazar una gaviota, pero por razones obvias no pudo con ella. Creo que de esa vez no lo intentó nunca más.

Con su ojito malo u.u

Un día, no recuerdo cuál exactamente, nos percatamos que Jerónimo llegó malherido de un ojo. Concluimos que, en una pelea de gatos, no salió muy bien parado que digamos, por lo que quedó con daños en el ojo izquierdo, como se puede ver en la foto aquí de más arriba. Creímos que había perdido la visión. Pero un veterinario nos indicó que aún podía ver, aunque de manera muy borrosa. Eso explica por qué aún podía trepar panderetas casi sin ningún problema. Además, acostumbraba a ponerse en la reja de la ventana de la cocina y, con sus patitas, golpeaba el vidrio para que lo dejáramos entrar a la casa. Gato loco.

"Acostumbraba a ponerse en la reja y, con sus patitas, golpeaba el vidrio"

Extrañamente, Jerónimo comenzó a adquirir un raro gusto por las aceitunas. Pero más extraño aun era que, después de comerse una, jugaba sin parar con el cuesco de la aceituna. No podíamos evitar reírnos mientras hacía peripecias con aquellos cuescos. También acostumbraba a jugar con la leña que dejábamos al lado de la estufa, y se tiraba al lado de ella y se rascaba la espalda. Seguramente el olor de la leña le gustaba. Eso sí, el gato tenía la costumbre de marcar su territorio en cualquier parte de la casa, y eso no era del agrado de nosotros.

Su vida social se caracterizaba por juntarse con sus amigos, especialmente con su viejo amigo Sancho, gato de la vecina de al frente. Sancho murió hace unos 2 años, y aun lo recordamos con cariño. Jerónimo también peleaba frecuentemente con otros gatos del barrio (ya sea por territorio o por gatas), e incluso una vez se lanzó encima de un perro y lo atacó. ¡Fue genial! A tanto llegó su sociabilidad con los demás que, aprovechando que el 2007 llegó un Notebook a la casa, Jerónimo lo ocupaba a escondidas en el garaje y construyó su propio blog: El Baúl de Jerónimo, que contiene algunos artículos con respecto a la vida como gato. Te sugiero que le eches una miradita. Dejó de escribir en abril de 2008.

El terremoto del 2010 y la vida hogareña de Jerónimo

En susodicho terremoto del 27 de febrero del año pasado

Como bien sabemos, el 27 de febrero de 2010, un fuerte terremoto azotó el lugar donde vivo. Ese día (mejor dicho, esa noche) agarramos nuestras cosas y nos fuimos de la casa ¿A dónde? No tengo ni idea, ni siquiera sé por qué nos fuimos de la casa, pero en fin. Al irnos, veo a mi querido gato arrancando por una calle con rumbo desconocido. No sé a dónde iba, tampoco sabía si volvería a verlo. Pero mi gatito sabía cuidarse solo, y al día siguiente ya estaba con nosotros en casa. Sin embargo, a los meses después, Jerónimo cayó enfermo.

Un día, a finales de 2010, estaba en mi cama cuando, de repente, Jerónimo se acercó a mi cama y, echándose debajo de ella, comenzó a maullar. Se notaba decaído, así que lo llevamos al veterinario y le dio medicamentos. Además, teníamos que llevarlo a inyecciones durante cinco días. Y así lo hicimos hasta que, uno de esos días, mientras veníamos de vuelta caminando, el gato se nos escapó en plena calle. Asustando, Jerónimo se metió debajo de un auto estacionado dentro de una casa. Los vecinos salieron para ver si podíamos sacarlo, pero cuando salió, se fue por los techos de las casas y desapareció. Lo buscamos por más de una hora, sin resultados positivos. Tristes, volvimos a casa.

En la noche estaba algo triste, pensando en que nunca más volvería a ver a mi gato. Me dormí y, al despertar al día siguiente, mi madre llegó gritando al dormitorio. "¿Qué? ¿Otro terremoto?" pensé. "Jerónimo volvió", gritó mi madre. Y, claro, allí estaba Jerónimo en la reja de la ventana de la cocina maullando para que lo dejáramos entrar a comer.

Se sentaba y nos escuchaba

Desde ese entonces, decidimos tener a Jerónimo dentro de la casa. Durante el 2011 Jerónimo acostumbraba a echarse en la alfombra del living mientras comíamos. Una vez echado comenzaba a ronronear para que le hiciéramos cariño. Tenía su camita (o un intento de cama) en la cocina. No lo dejábamos salir mucho. Estábamos conscientes de que estaba viejito y necesitaba que lo cuidáramos más. A esas alturas, Jerónimo era parte de nuestra familia. A la partida de mis hermanos (que se casaron), tenía a Jerónimo para conversar. Mi madre confesó que, mientras yo estaba en el trabajo, acostumbraba a conversar con Jerónimo mientras cocinaba. Es increíble el vínculo de cariño que crece entre la mascota y los amos. Quizás por eso no queríamos que pasara lo que, inevitablemente, tenía que suceder.

¡Hasta siempre, Jerónimo!

El lunes 18 de julio de 2011 Jerónimo desapareció. En realidad, no le dimos mucha importancia a que desapareciera. Pensábamos que volvería antes de que anocheciera. Pero no fue así. Pasó todo el martes y reciente el miércoles en la noche, mi gato volvió horriblemente mal. Estaba decaído, se quejaba y casi no se movía. Preocupados, quisimos que durmiera esa noche bajo techo y abrigado. Antes de ir a dormir lo vi acostadito. "No te preocupes, Jerónimo - le dije -. Mañana te llevaremos al veterinario y ya verás que estarás mejor". Dicho eso, me fui a dormir.

La última foto de Jerónimo, tres días antes de morir

Al día siguiente, jueves 21, lo llevamos a un veterinario que vive cerca de mi casa - calle Suecia, casi al llegar a calle Patria Vieja -. Luego de examinarlo, concluyó que tenía septicemia (crecimiento de gérmenes en la sangre). Le dio antibióticos mediante unos pinchazos en sus patitas traseras, y lo trajimos de vuelta. Durante la tarde pensábamos que tenía una leve mejoría. Cristián (uno de mis hermanos) y su esposa fueron a verlo. Esa noche durmió en la cocina, sin saber lo que sucedería al día siguiente.

"Escondido detrás de la cocina"

Viernes 22: eran casi las ocho de la mañana y mi madre me despierta desesperada. No encuentra a Jerónimo por ningún lado. Sólo escuchábamos los horribles maullidos de dolor del gato. Al final, lo encontramos escondido detrás de la cocina y todo húmedo. Lo secamos y no podía caminar. Apenas se arrastraba por el piso de la cocina. Eso desesperaba. Mi madre tenía hora al médico a las 10 de la mañana y mi papá la llevó en el auto. Quedé solo con Jerónimo. Estaba secándolo cuando comienza con los maullidos más espantosos que he escuchado en mi vida, mientras se tiraba al piso y comenzaba a darle convulsiones. Veía que mi gato se moría frente a mí, y no podía hacer nada... al menos, eso pensé en ese instante.

Llorando desesperadamente, llamé por teléfono a mi otro hermano, Andrés. Le conté lo que sucedía y me dijo que no esperara más, que llevara a Jerónimo al veterinario en Concepción (uno de verdad). Le respondí que no podría llevarlo en la micro en esas condiciones, así que decidimos avisarle a nuestros padres para que se apuraran. Cuando llegaron, llevamos al gato en una canasta, bien acurrucado, a la Clínica Lyon (Freire con Paicaví, Concepción), donde Andrés había reservado una hora y nos estaba esperando.

Pasamos con Jerónimo. Le tomaron la temperatura: marcaba menos de 32 grados. "No entiendo cómo este gato está vivo. Con esta temperatura debería de haber muerto ya que rato", fueron las duras palabras del veterinario. Jerónimo tiritaba, maullaba de dolor. Su mirada estaba perdida... de sólo verlo me daba muchísima pena. El veterinario ordenó unas radiografías. "Adiós Jerónimo" le dije... sin saber que esas eran las últimas palabras que le diría. De ahí, nunca más lo vi.

Los resultados de la radiografía no fueron muy claros. Podría haber sido un tumor lo que le afectó. Independientemente de lo que era, el pronóstico era claro: "Es casi imposible que sobreviva" nos dijo el veterinario. De todas formas, quedó hospitalizado por si había una mínima posibilidad de que se recuperara. Tristes, volvimos a casa.

A la mañana siguiente, al medio día, mi madre me llama: "Jerónimo ha muerto". Al principio, sólo dije un "Ohhhh...". No atiné a más. Me lo esperaba, pero fue un duro golpe. Había muerto el gato que me había acompañado casi la mitad de mi vida. Falleció a la 1 de la mañana. No se pudo hacer mucho por él. Mi padre lo trajo de vuelta en una caja. No atiné a abrirla, sólo la puse en el hoyo que había cavado en el patio y lo enterré entre sollozos. "¡Adios, Poromo!", fue lo último que le dije, antes de entrar a casa.

Jerónimo será siempre el mejor gato que hemos tenido. Si bien es cierto a finales de año llegará su reemplazante, Misifú II, nadie podrá reemplazar a mi querido Jerónimo. No puedo evitar quebrarme un poco al terminar este artículo. Han pasado más de dos meses desde que ya no está con nosotros, y siempre nos acordamos de él. Es inevitable. Toda la casa me recuerda a Jerónimo... De hecho, hace un rato mi mamá me preguntó: "¿Vas a comer? Porque si no, le daré la comida que sobre al Jerónimo"... Quizás muchos me digan: "Pero si tan sólo fue un gato". Si piensas así, déjame decirte algo: no fue un simple gato. Fue EL gato. MI gato... mi querido Jerónimo. ¡Hasta siempre, Jerónimo!


jueves, 29 de septiembre de 2011

145. Apretado como sardina

A nadie le cabe la menor duda de que el sistema de transporte de Concepción es algo ineficiente. Basta con subirse a una micro entre las 7 y las 8.30 de la mañana para percatarse de que no es ninguna gracia viajar a esa hora. Resulta que por ir al médico en la mañana me sucedió una historia muy curiosa, historia que hoy te contaré. Sigue leyendo...
Sí... otra vez... ellos: nuestros queridos choferes

Hace aproximadamente cinco semanas estaba en el trabajo cuando la encargada de Servicio a Personas me indica que debo entregarle a la brevedad un certificado de afiliación a Fonasa. Al llegar a casa le consulté a mis padres por aquello, puesto que aun pertenezco a Isapre. Luego de hacer las averiguaciones correspondientes, me encontré con la sorpresa de que a fines de septiembre pasaría definitivamente de Isapre a Fonasa, por lo que recién en octubre podría entregar mi certificado en el trabajo.

Ahora bien, ¿qué tiene que ver todo esto con ir apretado como una sardina? En realidad, nada. Pues que, al darme cuenta de que me quedaban tan poquitos días como carga de mis padres, ellos me instaron a hacerme chequeos médicos antes de pasar a Fonasa, puesto que me saldría más barato. Pedí hora en el centro médico Megasalud (ubicado en Freire, entre Janequeo y Lautaro) y me citaron para un martes a las 3.35pm. Fui junto con un amigo y la doctora me pesó y me midió. Luego me pidió que me hiciera ciertos exámenes médicos, como muestras de sangre y un electrocardiograma. La cosa es que tenía que volver en ayunas el viernes, después de las 8 de la mañana.

Cómodamente en una Mini Hualpencillo

En este paradero no paró la micro

El día anterior me acosté super temprano para poder levantarme sin problemas y tomar una micro. Y al otro día me levanté a las 7.30am y, luego de lavarme, me fui al paradero. Allí estuve unos 5 minutos y las micros pasaban llenas, por lo que ninguna se detuvo. Un poquito molesto, camino hacia el siguiente paradero, puesto que allí hay un semáforo, y quizás tenga más posibilidades de subirme a una micro al tocarle la luz roja. Mi sorpresa es mayúscula al ver que el paradero estaba repleto de gente. "Ah, no... llegaré como a las 10 de la mañana en estas condiciones" - pensé. Aun no llegaba al paradero cuando, de pronto, veo que toda la gente se viene encima mío. Yo, intrigado, me preguntaba que por qué la gente venía hacia mí. Miro hacia atrás y justamente había una micro, línea 42, variante por autopista, la que me dejaba a dos cuadras del centro médico.

Di media vuelta y fui el primero en subir (jeje). Pagué mis 390 pesos y poco pude avanzar hacia adentro de la micro, puesto que ya venía llena. El chofer seguía metiendo gente a la micro, sabiendo que ya no cabía ninguna alma más dentro de ella. Cuando ya éramos como 30 pasajeros de pie, el chofer de la micro, línea 42 (Minibuses Hualpencillo), intentó cerrar la puerta. No les miento si les digo que estuvimos como 40 segundos tratando de que se cerrara la puerta hasta que, al final, se cerró. Comenzamos a avanzar por la avenida, y yo iba mirando justo hacia la Información al pasajero que está detrás del chofer, donde se indica la capacidad máxima de la micro: 25 personas sentadas y 20 de pie. "Esto es un chiste, no somos animales", pensaba mientras la micro se detenía para tomar más pasajeros aún.

Lo que más me dio rabia es que el chofer gritaba hacia atrás, diciendo: "Por favor, avancen más atrás que queda más espacio". Yo, a duras penas, logré avanzar hasta la puerta trasera de la micro. Subieron unos 4 más y la micro siguió su recorrido. Al llegar a la Universidad Santa María, el chofer se disponía a abrir la puerta para que subieran más pasajeros. A estas alturas, los pasajeros ya estaban algo molestos. Comenzaron los chiflidos y uno grito: "¡¡No somos animales #$@&!!". Otro dijo: "Ya no cabe nadie más, ¿tanto necesitai la plata que querí que vayamos apretados?". El ambiente se puso más tenso cuando, al ver que por adelante no cabía nadie más, el chofer abrió la puerta de atrás (donde estaba yo) y subieron unas 5 personas más. La gente comenzaba a golpear el techo y las ventanas en señal de descontento. Yo me preocupaba más de buscar aire fresco, ya que estábamos todos medio ahogados dentro de esa micro.

Al llegar al Mall la micro quedó casi vacía. Mientras bajaban, algunos pasajeros increpaban al chofer y éste, como la mayoría de los choferes "capacitados" por la licitación, les respondía afectuosamente (entiéndase ese término como irónico). Logré sentarme y, al mirar hacia atrás, me percato que había un caballero de los que se subieron por atrás sin pagar, cómodamente sentado. Y curiosamente, este sujeto se bajó conmigo en el mismo paradero. Es decir: no pagó su pasaje.

Me hice todos los exámenes y tomé la micro de vuelta, que venía casi vacía, puesto que eran pasada las 9 de la mañana.

¿Hasta cuándo?

¿Una utopía?

Esta es la tercera vez que hablo acerca de los choferes de la locomoción colectiva de Concepción. Su trato deja mucho que desear. Obviamente no podemos meter a todos dentro del mismo saco, ya que hay choferes super buena onda, y otros que en realidad son unos verdaderos animales al volante. A estas alturas siento que nos metieron el dedo en la boca con la supuesta capacitación para los choferes. El año 2009 un chofer me trató de desgraciado porque le hice ver que casi me caigo de la micro al partir bruscamente. Y el 2008 el chofer me tiró el vuelto por pagar con pase escolar. ¿Pero qué se creen estos señores por Dios? Les damos de comer y nos tratan como si fuéramos porquería. No puede ser que porque no tenemos otra forma de ir al centro tengamos que soportar malos tratos, choferes locos al volante y viajes todo apretujados.

De todo esto, saco dos conclusiones. La primera: en las tres veces que he tenido problemas con choferes, las tres han sido mientras voy al médico, así que nunca más iré al médico en bus :P. Y la segunda conclusión: juntaré dinero y me compraré un auto. Así, nunca más seré pasado a llevar por estos susodichos conductores. :D